lunes, 31 de octubre de 2016

LEVEDAD

El ave toca con su pico el cristal de la ventana del último piso.
Quiere que le abramos, quiere liberarnos.
Después de seis intentos fallidos,
 vuela y se aleja por encima de los árboles dormidos.
Nosotros tendremos que bajar las escaleras.

Estamos condenados a volar en la tierra.
CERCA DEL SURCO
No es tan importante lo que digo:
Usaré la tercera palabra del Himno
para sobrevivir.
Se manchan de tinta mis dedos,
menstrúa la pluma huérfana
y los océanos se beben la sangre
de los animales extintos.
En esta fiebre inmarcesible
que pide la Paz,
para los fantasmas de los cuerpos sepultados
en algún lugar de la tierra,
los secuestrados sueñan su cena
como fetos en sus esteras,
y  en la superficie,  
ondean,  las siniestras plataneras,
cerca de la bandera rota
en el cielo,
enmudecen las aves,
dispersas,  
entre la última ráfaga de la guerra…
Y mi alma que está en sombras,
roba la  última luz al crepúsculo.
Lo sabe:
No debíamos dejarnos ver de los humanos.