“Perdí la cuenta del día en el que
dejé de contar los días pasados desde el naufragio.
La tormenta deshizo los últimos trozos
de papel. Todas las botellas guardadas se quebraron.
El loro tuve que comérmelo, mi balsa
fue triturada por los tiburones y el barco llenó de mujeres que creí haber
visto anclado en la playa, resultó ser sólo un espejismo”
Macabrio Oldumar
VISITA
Ese abrazo
que me permite adormecerme enternecido
con tus senos y sentirme enamorado.
Ese beso
que tibio y eterno me obliga a ser sincero.
Esos ojos
en los que mágicamente
en su negro me reflejo.
Y tu piel
con todo tu cuerpo . . .
se conjuga para ser tú:
una linda mujer
o
un ángel hermoso que me visita desde el cielo.
HOJITAS
SECAS
Esperándolo. Confiada ciegamente con amor soporta su rutina.
Cree va a llegar y. . .
Sigue
sentadita, ilusionada y taciturna,
vestida
de azul y blanco, aún paciente,
con las
piernas cerradas.
A veces
va al mercado y ve en verduras las iniciales de su nombre.
En casa
hace sus cosas y canta.
De
noche contempla absorta la luna llena y desiste,
¡Pero que mañana sí vendrá!
E
insiste.
Al
amanecer corre las cortinas y con el sol ve revolotear
Alegres
pajaritos. ¡Mariposas amarillas volar!
Engalana
su jardín regando flores silvestres.
Poda
por aquí,
recoge
hojitas secas por allá.
¡Lindo
porvenir!
Esperándolo.
Diciendo
vanamente:
¡Pronto llegará!
¡Dios
mío, que alguien se lo diga!
¡Niña linda!,
él no va venir.
¡Puta
vida!
Nunca
va a llegar.
VUELAN
Siempre
que te vea
te daré
un poema.
Porque
por ti la tinta es una ofrenda,
porque
el papel adora acariciar tus manos,
tocar
tu piel es una fiesta.
Porque
tus ojos son el alma de estas letras.
Siempre
que te vea
te
obsequiaré un poema.
Porque
los versos han descubierto
la
existencia de su reina,
que los
libera del limbo,
que los
nombra con vida.
Porque
los versos ya saben
que por
ti un bardo se inspira.
Y al
inspirarse aquél
y
halagarte tanto,
sonríes
tiernamente
y eres
tan linda.
Y los
versitos tristes
inventan
su cielo,
olvidan
su tristeza:
sueñan
y vuelan.
NO TE IMPORTÓ
No te
importó si yo era un ladrón,
si era
escritor,
me
querías.
No te
importó si era encorvado,
si era
pobre, flaco y feo,
me
querías.
No te
importó que hubiera días en que sólo te brindara sopa,
me
querías.
No te
importó si yo era extraterrestre,
monstruo
o fantasma,
me
querías.
Ito,
perro
mío,
también te quería.
LLEGARÁ EL AMOR
Así como una vez me llegó la vida,
llegará el amor.
Así como una vez me llegó la voz, las palabras,
llegará el amor.
Así como una vez me llegó esta idea suicida,
este intento de huida,
llegará el amor.
Así como Dios me envió un trocito de alma,
el papel y la tinta,
enviará el amor.
Así como una vez me llegó el asma y la gripa,
llegará el amor.
Así como un día llegará la muerte,
sin duda,
llegará el amor.
MOTIVO
Soy el rey de
tus miserias.
Soy un ente inexistente
que desde siempre te atormenta.
Tu vaso de hiel en ayunas,
de tu pared la horrible grieta,
el síntoma que se antepone
a tus estados de histeria.
La niebla espesa en tus
tinieblas,
el comezón irritante de tu
piel,
el arrogante rufián que
siempre pierde en tus tragedias,
una migraña intensa,
la peor de las alergias,
la piedrita en el zapato
de tacón alto,
de tus ramas soy la
hiedra,
una moneda falsa en el
asfalto.
Un ave perdida en tu
horizonte,
un cuervo negro posado en
tu ventana,
la gota amarga en tu café,
el lado duro de tu cama,
la esperanza opaca que no
se cree,
un abrazo fuerte sin ancla
tatuada.
Soy la pesarosa
gravidez de un globo roto,
un adiós definitivo,
una muerte agónica sin
eutanasia.
Tu estado de conmoción
interior,
un dolor menstrual,
tu fiebre interna,
un malestar general,
una severa influenza,
un azar insipiente,
tu cabello sin peinar,
una cruz blanca al pasar un puente,
una rosa negra en el jardín del frente,
una razón concluyente para empezar a odiar.
REINA DEL
CEMENTERIO
No sale el
sol y venís vos a calentar.
Alterás todo
con tu presencia,
con el
perfume barato que te echás.
Muchos
gozan con tu brutal caminado.
Mujer
coqueta,
de
cuerpo fatal.
Preguntan
si hoy te bañaste,
con
cuál te acostaste
si
caminás o levitás.
Porque
en noches siniestras te persiguen ejércitos de hombres y perros.
El
camión de la perrera pasó sorpresivamente fumigando de paso,
millares
de ratas amarillas.
Centenares
de cajas llenas de esquelas con quejas
llegan
y pululan
en
provincias vecinas, en el centro, en la plaza,
en tu
barrio carnal de tolerancia,
en el
hospital sin capilla donde naciste,
en el
que te cortaron el cordón umbilical
que
sirvió para ahorcar al médico que te sacó
del
vientre maldito de tu mamá.
Enloquecedora
de cuerdos,
alborotadora
de cuervos,
excitadora
de cuerpos . . .
¡Reina del cementerio!
S. O. S
La
constelación de Tauro se puso en occidente.
Dos
estrellas fugases invadieron Orión.
No
tengo telescopio
ni se
de astronomía.
S. O.
S, estoy solo:
¿Dónde
está el amor?
DESENLACE
No te asustes. Ni Dios ni el Diablo existen.
Sólo estamos los dos. . .
¡Estábamos!
Porque ya te fuiste.
Ahora quedo yo,
junto a la tarde arratonada que un enorme gato
disfrazado de
nube negra,
devoró.
Dilapido mis tardes describiendo el crepusculo,
-que a propósito,
he escrito sin tilde-,
junto a espectaculo, oraculo, circulo y osculo.
Pensando también en la miseria
y en que la tarde que apareciste
sabía que alguien iba a morir.
En tus ojos se leían frases en idioma de fuego,
tormentosos días ciegos se veían venir
por la avenida oscurecida de tus pupilas en celo.
Desde que te vi,
supe el desenlace:
una mirada,
un te quiero
y luego al cementerio.
IRREVOCABLE
La
estuvo esperando mucho tiempo.
Largos
años en los que la imaginaba llegar vestida de blanco.
La
imaginaba igual a las mujeres de los libros que leía,
su
amor, debería corresponder al de las historias que contaron
embebidos
autores enamorados.
Ahora
que ha leído
“La botella del Diablo”,
pide
habitar en ella.
ALGÚN TIEMPO
-a jimmy freddy salazar cardona:
amigo, aliado y secuaz.
Ella no soportó el silencio y le confesó su amor.
Le dijo que lo amaba desde hacía mucho tiempo,
que lo pensaba cada vez que se miraba desnuda frente al espejo,
que era él,
su única obsesión.
Él lo supo y quedo dispuesto a jurarle fidelidad y amor ante tanta
devoción.
Le besó los labios primero, lentamente,
y prometió después
mecer la cuna del primer fruto
de aquella legítima pasión.
Fueron felices algún tiempo. . .
Hasta que murió el amor.
UNA
Habrá
una que te quiera.
Que te
bese,
que te
abrace.
Habrá
una que te ame.
Una a
la que no haya que pagarle.
Una
igual de hermosa a tus ideales.
Una que
te envuelva,
que te
embriague
y
encienda con sus caricias.
Que te
excite,
que te
mime
y te
envenene con su amor.
Habrá
una mujer,
que
después de pecar y ser condenada a muerte,
será tu
amiga eterna.
RITUAL VESPERTINO
“Siempre la encontraba llorando a solas,
hasta que descubrí que lo hacía
para sentirse acompañada”.
Luis Vidales.
De un libro azul leía frases que rápidamente aprendía y luego,
abrazándola en el parque al oído le decía.
Siempre se les veía llegar juntos tomados de las manos a eso de las
cuatro. Y él, después de sacudir la banca con su pañuelo habano, le hacía una
venia a ella quien sonriendo se sentaba, mientras él continuaba con su ritual
vespertino.
Se agachaba y recogía del suelo algunas flores amarillas que ofrecía
cariñosamente a su niña, quien las recibía entre risas enternecida, después de
abrazarlo y besarlo delante de todos los viandantes que cerca del parque
estaban.
Le tomaba una mano, la embriagaba con caricias, le orlaba el cabello, le
decía
¡Linda!
Le ponía las trenzas en las
mejillas, le besaba la frente y le decía
¡Te quiero! . . .
Últimamente la niña viene sola y se sienta a pensar.
Se le ve distraída, callada y muy triste,
un viandante amable por su amante, una tarde, se atrevió a preguntar.
Cuentan los árboles que sus ojos tristes por un momento parecieron
brillar.
Se vio sorprendida, con voz cadenciosa, con mirada perdida se atrevió a
contestar;
que el amor de su vida ingresó para siempre en el libro azul
de los sueños y nunca más nadie lo vio declamar.
Se le ve ahora llegar sola al parque y se sienta en la banca llena de
hojas marchitas.
Lee silenciosa un libro verde, luego repite varios versos tristes y
queda suspensa, inmóvil, pensativa.
Cuentan los árboles que se le escucha siempre suspirar y
llorar.
SIN BOZAL
Hoy
saco a pasear esta tristeza.
Sin
bozal la llevo al parque
para
que el sol de la tarde la convierta
en
nostalgia pasajera.
Hoy
saco a pasear esta tristeza,
la
distraigo con la fuente,
la
entretengo efímeramente con el revoloteo de las aves.
Y no
obstante,
aparece
ella,
la
dueña del bozal,
halando
esta cadena.
REMEDIO
Llorar
sobre la almohada
todas
las historias de amor.
Como un
duelo.
Una por
una,
una por
noche.
Hasta
desahogar
este
mar que llevo adentro.
LECCIÓN
“No me gusta cuando me haces trenzas porque me enredas las hebras de mi cabello.
No me gusta cuando me besas porque tu sabor me atormenta.
Siento que eres más torpe cuando me intentas acariciar,
tus manos me hielan la piel y quisiera sentir una fiesta.
No me gusta cuando me hablas de amor porque tu voz me es extranjera.
No me gusta cuando te acercas a mí porque pareces la hiedra,
que en la rama seca, ante el Cupido de piedra, quisiera anidar.
No me gusta cuando me halagas porque prometes volar;
¡Si los reptiles no vuelan!
Y tú no sabes amar”.
SOLO
-a Ximena Carolina:
Gracias por tanta tristeza-
Quedó
hablando solo.
Encontrándose
con otro en el espejo,
reconociéndose,
sorprendiéndose
. . .
solo.
Nadie
presenció su delirio,
la
lejana tarde que abandonó la sensatez
y
empezó a hablarle al camino.
A nadie
le importó su locura,
la
ternura que su corazón pudiera contener.
Él la
quiso a ella,
ella lo
quiso ver,
así
como lo encontró esa tarde;
hablando
solo.
Cuando
ni siquiera sus ojos negros
pudo reconocer.
TU QUEJA
Que te
envió esquelas.
Que te
mandó poemas.
Dos
veces en su miseria
te
obsequió su letra.
Una que
otra carta diciente.
Los
confites dorados de siempre,
el
rubor al verte,
su
timidez perpleja.
Su amor
sin su suerte.
Esa
será tu queja.
ORIÓN
Antes que empiece esta guerra,
quiero verte.
Antes que nos contaminen con armas químicas la piel,
quiero ver tu cabello largo capaz de hacerme olvidar la
muerte.
Antes que esta guerra nos borre el verde,
antes que esta guerra nos envolate el amor,
antes que el grito fuego despierte el miedo,
quiero verte
guardarte en la memoria.
Antes que la vida
se nos vaya para Orión.
SENSIBILIDAD
Ella que había leído todas las historias de amor,
no pudo evitar el llanto y los suspiros que delataron
de inmediato
el punto más débil de su marcapaso.
Tomó un pañuelo y se secó las lágrimas.
Luego olvidó la vergüenza y, decididamente,
se entregó al llanto en un torrente incontenible.
Historias como esa no había imaginado que existieran.
Ni siquiera daba crédito a la certeza del amor, pero,
luego de
experimentar la sensación de deshidratarse por los ojos, conmovida, pidió otra botella
de agua y continuó dispuesta a leer el final:
“La noche no tenía luna.
Estuvo largo rato acostada sobre la cama sin sábanas,
contemplando la oscuridad por la ventana.
Junto a la almohada blanca, yacía una carta.
Una lagartija posada en la pared descarchada
miraba todos los objetos a su alrededor,
cerca de la lámpara.
Un año permaneció sin salir.
Vecinos intrigados ingresaron en la habitación a la fuerza.
. .
¡La lagartija estaba muerta!”.
OBSEQUIO
Para
que dijeras sí,
te
había obsequiado la Ese ,
la i
con todo y su puntito encima
y hasta
canjeé la tilde oblicua
para
que fuera un Sí afirmativo.
Pero ni
así.
Me
dejaste solo con el verbo amar a medio conjugar.
Ahora
escuchas una rima sonámbula y precaria.
No es
que pretenda musicalizarte junto a tu recuerdo
ni con
la falacia efímera de las palabras.
Es tu
olor a abandono,
brisa
escalofriante y solitaria.
El olor
de la lluvia que entraba serena por la ventana,
mientras
abría la palabra que me entregaste:
Otra
consonante, la Ene ,
junto a
la O , vocal
abierta,
que
cerró para siempre
la
puerta averiada de mi amor.
CONSEJO
Despierta al amor,
para que no siga soñando con imposibles.
Arropa al amor,
para que no se resfríe con soledades.
Cuida al amor,
para que te garantice la risa en tu vida.
Mata al amor,
cuando ya no te inspire,
tristeza ni alegría.
BREVES CONFESIONES
“El amor no importa,
con los cuerpos basta”.
Fue la sentencia jadeante
que en las paredes retumbó.
“El amor no falta,
con el cuerpo alcanza”.
Para saciar aquel instante cumbre,
ella concluyó.
“El amor engaña,
las manos palpan”.
Acariciándole el vientre,
apenas murmuró.
“El amor apesta,
los cuerpos aman”.
Beso tras beso, suavemente,
al oído le cantó.
“El amor no sirve,
pero no quiero irme”.
Bañándole los senos en miel,
mientras lamía susurró.
“El amor no importa,
con los cuerpos basta”.
Fue la lección secreta
que aquella noche aprendió.
PRAGMÁTICA
Él no te escribió poemas.
No te compuso canciones.
Él no te envió esquelas.
Pero te hizo el amor.
HERENCIA
Tu niño
tendrá tu cara
y el
cabello de él.
Heredará
tu sonrisa, tus ojos
y tu
piel.
Pronto
te dirá mamá,
papá
también a él.
Cuando
empiece a caminar
varias
veces lo verás caer.
El
primer diente lo guardarás
en el
cofre carmesí,
y un
mechón de sus cabellos
en el
álbum familiar.
Él
mecerá la cuna
en las
noches de tedio.
Tú lo arrullarás, lo amamantarás
y
dormirás con él.
Tu niño
tendrá tu cara
y el
cabello de él.
Heredará
tu risa,
tus
ojos, tus palabras
y mis lágrimas de hiel.
SEÑALES
DE HUMO
-a diego rodrigo echeverry caicedo:
maestro, ejemplo y amigo-
A
veces manda señales de humo.
Dentro
de botellas manuscritos que nunca arroja al mar.
Habla
solo
y
su voz se suelta como cabellos de mujer.
En
mitad de la noche,
la
luna absorbe
su
sombra.
PARCOS
DE PARCA
I
Cali
Hembra viciosa.
En
tus senos tatuados:
Tres
cruces y un Cristo Rey.
Tu
noche,
agujero
negro.
Tus
calles tentáculos,
quien
es abrazado
se
pierde para siempre.
II
Un
perro triturado en la autopista.
Una
naranja aplastada en la calle.
Como
el perro y la naranja,
él
espera la escoba y la pala.
III
7:
36.
En
la quinta un tigre emulando a Atlas
sostiene
un reloj electrónico.
Un
auto blanco choca por detrás al rojo.
“La
paz la construimos todos”.
El
conductor de corbata sacó un machete.
19
grados centígrados.
Le
rompió la cara.
IV
Junto
al semáforo roto,
un
niño vende periódicos descalzó.
Un
cadáver sin ojos en primera página.
Atrás,
Atrás,
una
mujer desnuda.
V
Se
maquilla,
se
peina.
Baja
del autobús en la esquina,
esquiva
a un mendigo ciego que la piropea.
Su
bolso cambió de manos.
VI
Su
segundo nombre era Carolina
y
sus ojos negros.
La
tarde del sepelio se trenzó el cabello.
Él, la dejó por asesina
y
yo estoy muerto.
VÁRICES
“No vendo mi cuerpo.
Esta falda era de mi mamá. Se
la ponía para salir en las noches.
La blusa era de mi hermana. Le
salieron várices de tanto esperar en la esquina.
Un viernes santo se tiró a
Cauca.
No.
Yo no vendo mi cuerpo. Lo
presto un momento, lo acuesto fingiendo por necesidad.
A veces cierro los ojos y gozo
con asco o duermo para no llorar.
Por lo que me puedan dar.
Estoy cansada.
¡Me matan estos tacones!
Hoy he trajinado mucho. . .
De nueve a una: tres borrachos,
un ciego que pagó con billetes falsos y vos, que te quedaste hasta que cerraron
para pedir rebaja.
No vendo mi cuerpo”.
FRAGMENTO DE CIUDAD
Un semáforo en rojo nos alcanza para besarnos,
mientras tanto, niños descalzos hacen maniobras circenses con baquetas de
fuego.
Cambia a verde.
El monóxido de carbono que se escapa por los exostos
entra por las ventanillas y se confunde con las velitas de incienso mentoladas
que los últimos pasajeros compran sin necesitarlas, “para su mayor economía,
tres en quinientos”.
Afuera la ciudad va pasando poco a poco o a toda
prisa, dependiendo del pie sobre el acelerador del motorista –hombre parco y
sudoroso- que audazmente lucha con el timón y el tráfico para zigzaguear los
huecos de la Luna.
Así se conoce esta vasta zona céntrica que después de
las once de la mañana se nos antoja asfixiante.
El
semáforo siguiente es indiferente a nuestra pasión, está fuera de servicio, y
junto al puente elevado, cometas de papel y tela enredadas en las cuerdas
eléctricas nos invita a que sigamos sin distraernos contemplando mujeres
uniformadas que barren sin afanes las calles de esta ciudad cálida e invadida
por pingüinos que ofrecen trocitos de hielo con sabor y que nosotros ayudamos a
ensuciar cuando arrojamos entre risas, por las ventanillas, los volantes con
los nombres anglosajones de institutos y colegios sin licencia, la reunión
dominical para recibir la unción de cierta Iglesia nueva o en los que se
anuncian –sin tener en cuenta la ortografía- los exóticos y módicos servicios
de un burdel clandestino, muy cerca de la Iglesia en la que nos casamos.
Otro
semáforo más.
Un
hombre al que le falta un brazo golpea con desgano las llantas del autobús con
un garrote.
Varios
conductores detienen sus vehículos sobre la cebra que no se queja, mujeres
embarazadas ofrecen flores marchitas, los perros triturados que han muerto en
el intento por cruzar la calle, dejan ver sus restos inflados, el
espectáculo tétrico y delirante de los
gallinazos junto a los canales de aguas residuales halando los últimos trozos
putrefactos de carne y la enardecida disputa de varios, por el largo hilo de
intestinos saturados de aquel olor a mortecina que coincide con el mediodía
apetitoso, en el que ojalá, no encontremos al almuerzo los espaguetis
embadurnados con salsa de tomate que nos recuerden las vísceras abiertas sobre
la autopista.
El
niño de los chicles y los dulces es más pequeño que los malabaristas de las
naranjas manoseadas.
Se
ofendió porque no quisimos recibirle unos confites que no íbamos a comprar y
terminó por arrojárnoslos en las piernas.
Poco
después descendió del autobús cuando aún estaba en movimiento y al parecer
calculó mal, porque ahora una muchedumbre, dos cuadras atrás, se reúnen
alrededor de su cuerpo famélico mientras se desangra sobre el pavimento.
El
chofer del autobús ni se inmutó, sólo nos miró con ojos incrédulos y cómplices
a través de los cuatro espejos retrovisores. Comprobó con cinismo que somos sus
dos últimos pasajeros y sabe que sin duda callaremos porque no hemos visto
nada.
Mañana
a esta misma hora, vendedores iletrados nos lo ofrecerán en manida primicia,
junto a un afiche de una mujer posando desnuda en una cama, mientras otros
niños por doscientos pesos, o dos madrazos, limpian parabrisas limpios.
Conoceremos
con exactitud su nombre, su signo y su edad, recordaremos al leer el titular su
muerte y toda la crónica falsa con la que vanamente intentarán conmovernos.
Un
nuevo semáforo en rojo. . .
Tenemos tiempo para otro beso.
HADA
Te entrego mi cuerpo cansado,
ansioso de caricias.
En tus manos sueles tener,
aves y flores.
Duermo en tus brazos desnudos
Y despierto abrazando,
la almohada
empapada de saliva.
HUMO
Mientras crece este tumor en mi cabeza, mientras pueda
todavía ordenar mis ideas, procuraré recordar que dejaré mis males y tristezas
en el viejo baúl de mis abuelos; y como ninguno vive, y no hay baúl, permitiré
que las echen también en el ataúd que posteriormente desintegrarán los
ochocientos grados centígrados del horno crematorio alquilado que consumirá mi
cuerpo.
Crece
en el vientre de aquella mujer inválida un niño que nacerá ciego y mendigará
descalzo los seis años que dure su vida.
Dentro de mí, un tumor cerebral anidado justo en el lugar en
el que la ciencia se declara en Mate.
Esta vaga inquietud.
Enviaré una breve esquela agradeciendo los efímeros alivios
que me proporcionó las aspirinas siempre salinas y baratas.
Ya entiendo el dolor insoportable: tanto odio al sol, tanto
fastidio a la luz encandilándome aun con los ojos cerrados, el escozor en las mejillas, el mal
humor, la columna encorvada, la caspa, la lástima y las sonrisas de piedad de
ellas, las monedas regaladas, las sonrisas falsas, tanta nobleza y tolerancia, la solidaridad fingida, tantas
palabras de amabilidad y fe, la miel empalagosa de la fallida comprensión –
para no ofuscar a quien dentro de poco se irá a amargar a la misma Muerte-,
quien posiblemente permanecerá renovando el agua de los floreros del cielo o se
flagelará la cara con las espinas de las rosas negras en el infierno que
olvidaron apagar los bomberos. Porque el verdadero, sin pretender decir que mi
tormento sea célebre ni el mejor ejemplo del lamento destemplado, de un mártir
sin calvario, está en el día a día, en el nacer cada vez que puedo poner los
pies sobre la tierra. La quimera travesía de volver a dar un paso, sujetar un
lápiz, pronunciar una palabra, reconocerme en el espejo, poder atarme los
cordones de los zapatos y recordar como una proeza la fecha en que los embetuné
y brillé aún más con los retazos de las medias veladas de mamá por última vez.
Quien también empezó arrastrando el pie izquierdo primero y terminó luego
olvidando el rostro de mi padre y el llanto angustiado de mi hermana.
La expectante incertidumbre y el trajinar opaco de alguien
que sabe que se está muriendo. Desvaneciéndose como el humo.
Ejercitar la memoria con los primeros versos del Padre
Nuestro.
Espero estar lúcido y cuerdo para cuando empiece a cobijarme
el manto negro y caótico de los últimos síntomas. . .
Otra vez la picada en la cabeza.
Es el monstruo adentro dormitando que se está moviendo y que
despertará después para maniatarme.
Ojalá que la vida nos alcance.
Tarde calurosa, luminosa y de mañana fría . . . Noche.
Ojalá que no sean estos los últimos instantes, porque aún
creo que me falta mucho por decir.
Igual seré olvidado,
por no haber muerto arrollado por una ambulancia ni acribillado a
bala.
VOZ
“De
lo que dices y escribes está hecho tu corazón.
Sólo
hablas de elucubraciones macabras.
Citas
muertes, cadáveres y sepelios solitarios.
Sólo
algunas veces mencionas en tu fingido erotismo imágenes tiernas que después
desnudas y desvirtúas con tu morbo y lascivia de cementerio.
Siempre
con la misma imagen de los senos embadurnados de miel y sangre.
Tus
deseos reprimidos son escalofriantes e inconfesables.
Tus
historias de amor y sus dagas clavadas en el pecho.
Eres
grotesco cuando rebullen tus hormonas y citas cuestiones de mujeres, fantasías
y sueños.
Eres
procaz cuando no sabes sortear con prudencia tu soledad.
Ya
sé que la consideras muy mala compañía y
que no te ilusiona ni excita.
No
eres mal hombre. No eres criminal ni pervertido.
Pero
en tu condición de humano estás ciego y requieres con urgencia una dosis de
Dios. “El corazón alegre
constituye buen remedio; mas el espíritu triste seca los huesos”.
Aunque
no estás contaminado del todo por el mundo, ni usas lentes, estás propenso a
sucumbir.
Te
deprimes. Eres susceptible a los gérmenes actuales de esta funesta sociedad.
No
eres inmune a las implacables trivialidades, siempre peligrosas y mortales...”
................................................................................................
Fantasma
que me visitas cuando me veo en el espejo. Apaga las velas.
Dame
el beso de las buenas noches sin succionar mi yugular.
Cierra
la tapa del féretro cuando te vayas y déjame descansar en paz.
FUEGO
Cuando
el calor nos encuentra a ambos y el sudor nos recuerda el agua.
Tus
besos con la boca pastosa saben a jarabe añejo y a miel fermentada.
Cuando
la última flor dejó sus semillas y el sol arrasó la granja,
quedó
el esqueleto del perro, que cuidaba también la casa,
junto
al gato tuerto que devoró la torcaza con la que te enviaba el mensaje...
“Por
favor, huye del pueblo. Nos van a matar los paras”.
Cuando
el calor nos envuelve en sus largas y lentas brasas, entendemos tarde que ya
las FARC nos incendió la casa con todos los animales...
Y
al carbonizar a nuestros padres, nos quemaron también el alma.
EXTRAÑO
Hoy
amanecí dos veces con un sabor extraño en los ojos.
Recordando
con los pies los pormenores de mañana.
Atravesando
con la angustia más sensata la tranquilidad enrevesada que preocupa y calma.
El
hoy no tiene tiempo.
El
reloj no congela;
sobre
la cama se come, se escribe y se extraña al ayer cuando se soñaba,
en
las benditas maldiciones del promisorio pasado.
Hoy
sin hambre y sin sed,
El
sol se esconde apareciendo con la misma aurora renovada por la luna matinal que
duerme en el día de la noche despierta.
Hoy
no está ella y su voz se tritura en los lentos bramidos de la silente
licuadora.
El
hielo quema y en el deseo infinito de morir
la
vida se aprecia como un regalo divino,
que
Dios nos envía a todos como castigo.
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