SEÑALES DE HUMO

“Perdí la cuenta del día en el que dejé de contar los días pasados desde el naufragio.
La tormenta deshizo los últimos trozos de papel. Todas las botellas guardadas se quebraron.
El loro tuve que comérmelo, mi balsa fue triturada por los tiburones y el barco llenó de mujeres que creí haber visto anclado en la playa, resultó ser sólo un espejismo”
Macabrio Oldumar

VISITA
Ese abrazo
que me permite adormecerme enternecido
con tus senos y sentirme enamorado.

Ese beso
que tibio y eterno me obliga a ser sincero.

Esos ojos
en los que mágicamente
en su negro me reflejo.

Y tu piel
con todo tu cuerpo . . .

se conjuga para ser tú:
una linda mujer
o un ángel hermoso que me visita desde el cielo. 
HOJITAS SECAS
Esperándolo. Confiada ciegamente con amor soporta su rutina.
Cree va a llegar y. . .
Sigue sentadita, ilusionada y taciturna,
vestida de azul y blanco, aún paciente,
con las piernas cerradas.
A veces va al mercado y ve en verduras las iniciales de su nombre.
En casa hace sus cosas y canta.
De noche contempla absorta la luna llena y desiste,
¡Pero que mañana sí vendrá!
E insiste.
Al amanecer corre las cortinas y con el sol ve revolotear
Alegres pajaritos. ¡Mariposas amarillas volar!
Engalana su jardín regando flores silvestres.
Poda por aquí,
recoge hojitas secas por allá.
¡Lindo porvenir!
Esperándolo.
Diciendo vanamente:
¡Pronto llegará!
¡Dios mío, que alguien se lo diga!
¡Niña linda!,
él no va venir.
¡Puta vida!
Nunca va a llegar.
VUELAN
Siempre que te vea
te daré un poema.
Porque por ti la tinta es una ofrenda,
porque el papel adora acariciar tus manos,
tocar tu piel es una fiesta.
Porque tus ojos son el alma de estas letras.

Siempre que te vea
te obsequiaré un poema.
Porque los versos han descubierto
la existencia de su reina,

que los libera del limbo,
que los nombra con vida.
Porque los versos ya saben
que por ti un bardo se inspira.

Y al inspirarse aquél
y halagarte tanto,
sonríes tiernamente
y eres tan linda.

Y los versitos tristes
inventan su cielo,
olvidan su tristeza:
sueñan y vuelan.

NO TE IMPORTÓ
No te importó si yo era un ladrón,
si era escritor,
me querías.

No te importó si era encorvado,
si era pobre, flaco y feo,
me querías.

No te importó que hubiera días en que sólo te brindara sopa,
me querías.

No te importó si yo era extraterrestre,
monstruo o fantasma,
me querías.

Ito,
perro mío,
también te quería.
LLEGARÁ EL AMOR
Así como una vez me llegó la vida,
llegará el amor.

Así como una vez me llegó la voz, las palabras,
llegará el amor.

Así como una vez me llegó esta idea suicida,
este intento de huida,
llegará el amor.

Así como Dios me envió un trocito de alma,
el papel y la tinta,
enviará el amor.

Así como una vez me llegó el asma y la gripa,
llegará el amor.

Así como un día llegará la muerte,
sin duda,
llegará el amor.
MOTIVO
Soy el rey de tus miserias.
Soy un ente inexistente que desde siempre te atormenta.
Tu vaso de hiel en ayunas, de tu pared la horrible grieta,
el síntoma que se antepone a tus estados de histeria.

La niebla espesa en tus tinieblas,
el comezón irritante de tu piel,
el arrogante rufián que siempre pierde en tus tragedias,
una migraña intensa,
la peor de las alergias,
la piedrita en el zapato de tacón alto,
de tus ramas soy la hiedra,
una moneda falsa en el asfalto.
Un ave perdida en tu horizonte,
un cuervo negro posado en tu ventana,
la gota amarga en tu café,
el lado duro de tu cama,
la esperanza opaca que no se cree,
un abrazo fuerte sin ancla tatuada.
Soy la pesarosa gravidez  de un globo roto,
un adiós definitivo,
una muerte agónica sin eutanasia.

Tu estado de conmoción interior,
un dolor menstrual,
tu fiebre interna,
un malestar general,
una severa influenza,
un azar insipiente,
tu cabello sin peinar,
una cruz blanca al pasar un puente,
una rosa negra en el jardín del frente,
una razón concluyente para empezar a odiar.
REINA DEL CEMENTERIO
No sale el sol y venís vos a calentar.
Alterás todo con tu presencia,
con el perfume barato que te echás.
Muchos gozan con tu brutal caminado.
Mujer coqueta,
de cuerpo fatal.

Preguntan si hoy te bañaste,
con cuál te acostaste
si caminás o levitás.
Porque en noches siniestras te persiguen ejércitos de hombres y perros.

El camión de la perrera pasó sorpresivamente fumigando de paso,
millares de ratas amarillas.

Centenares de cajas llenas de esquelas con quejas
llegan y pululan
en provincias vecinas, en el centro, en la plaza,
en tu barrio carnal de tolerancia,
en el hospital sin capilla donde naciste,
en el que te cortaron el cordón umbilical
que sirvió para ahorcar al médico que te sacó
del vientre maldito de tu mamá.

Enloquecedora de cuerdos,
alborotadora de cuervos,
excitadora de cuerpos . . .
¡Reina del cementerio!

S. O. S
La constelación de Tauro se puso en occidente.
Dos estrellas fugases invadieron Orión.
No tengo telescopio
ni se de astronomía.
S. O. S, estoy solo:
¿Dónde está el amor?
DESENLACE
No te asustes. Ni Dios ni el Diablo existen.
Sólo estamos los dos. . .
¡Estábamos!
Porque ya te fuiste.

Ahora quedo yo,
junto a la tarde arratonada que un enorme gato
disfrazado  de nube negra,
devoró.

Dilapido mis tardes describiendo el crepusculo,
-que a propósito,
he escrito sin tilde-,
junto a espectaculo, oraculo, circulo y osculo.

Pensando también en la miseria
y en que la tarde que apareciste
sabía que alguien iba a morir.

En tus ojos se leían frases en idioma de fuego,
tormentosos días ciegos se veían venir
por la avenida oscurecida de tus pupilas en celo.

Desde que te vi,
supe el desenlace:
una mirada,
un te quiero
y  luego al cementerio.
IRREVOCABLE
La estuvo esperando mucho tiempo.
Largos años en los que la imaginaba llegar vestida de blanco.

La imaginaba igual a las mujeres de los libros que leía,
su amor, debería corresponder al de las historias que contaron
embebidos autores enamorados.

Ahora que ha leído
“La botella del Diablo”,
pide habitar en ella.

ALGÚN TIEMPO
-a jimmy freddy salazar cardona:
amigo, aliado y secuaz.
Ella no soportó el silencio y le confesó su amor.
Le dijo que lo amaba desde hacía mucho tiempo,
que lo pensaba cada vez que se miraba desnuda frente al espejo,
que era él,
su única obsesión.
Él lo supo y quedo dispuesto a jurarle fidelidad y amor ante tanta devoción.
Le besó los labios primero, lentamente,
y prometió después
mecer la cuna del primer fruto
de aquella legítima pasión.
Fueron felices algún tiempo. . .
Hasta que murió el amor.

UNA
Habrá una que te quiera.
Que te bese,
que te abrace.
Habrá una que te ame.

Una a la que no haya que pagarle.
Una igual de hermosa a tus ideales.

Una que te envuelva,
que te embriague
y encienda con sus caricias.

Que te excite,
que te mime
y te envenene con su amor.

Habrá una mujer,
que después de pecar y ser condenada a muerte,
será tu amiga eterna.
RITUAL VESPERTINO  
“Siempre la encontraba llorando a solas, 
hasta que descubrí que lo hacía
 para sentirse acompañada”.

Luis Vidales.

De un libro azul leía frases que rápidamente aprendía y luego, abrazándola en el parque al oído le decía.
Siempre se les veía llegar juntos tomados de las manos a eso de las cuatro. Y él, después de sacudir la banca con su pañuelo habano, le hacía una venia a ella quien sonriendo se sentaba, mientras él continuaba con su ritual vespertino.
Se agachaba y recogía del suelo algunas flores amarillas que ofrecía cariñosamente a su niña, quien las recibía entre risas enternecida, después de abrazarlo y besarlo delante de todos los viandantes que cerca del parque estaban.
Le tomaba una mano, la embriagaba con caricias, le orlaba el cabello, le decía
¡Linda!
 Le ponía las trenzas en las mejillas, le besaba la frente y le decía  
¡Te quiero! . . .
Últimamente la niña viene sola y se sienta a pensar.
Se le ve distraída, callada y muy triste,
un viandante amable por su amante, una tarde, se atrevió a preguntar.
Cuentan los árboles que sus ojos tristes por un momento parecieron brillar.
Se vio sorprendida, con voz cadenciosa, con mirada perdida se atrevió a contestar;
que el amor de su vida ingresó para siempre en el libro azul de los sueños y nunca más nadie lo vio declamar.
Se le ve ahora llegar sola al parque y se sienta en la banca llena de hojas marchitas.
Lee silenciosa un libro verde, luego repite varios versos tristes y queda suspensa, inmóvil, pensativa.
Cuentan los árboles que se le escucha siempre suspirar y llorar.
SIN BOZAL
Hoy saco a pasear esta tristeza.
Sin bozal la llevo al parque
para que el sol de la tarde la convierta
en nostalgia pasajera.
Hoy saco a pasear esta tristeza,
la distraigo con la fuente,
la entretengo efímeramente con el revoloteo de las aves.
Y no obstante,
aparece ella,
la dueña del bozal,
halando esta cadena.
REMEDIO
Llorar sobre la almohada
todas las historias de amor.
Como un duelo.
Una por una,
una por noche.
Hasta desahogar
este mar que llevo adentro.
LECCIÓN
“No me gusta cuando me haces trenzas porque me enredas las hebras de mi cabello.

No me gusta cuando me besas porque tu sabor me atormenta.
Siento que eres más torpe cuando me intentas acariciar,
tus manos me hielan la piel y quisiera sentir una fiesta.

No me gusta cuando me hablas de amor porque tu voz me es extranjera.

No me gusta cuando te acercas a mí porque pareces la hiedra,
que en la rama seca, ante el Cupido de piedra, quisiera anidar.

No me gusta cuando me halagas porque prometes volar;
¡Si los reptiles no vuelan!
Y tú no sabes amar”.
SOLO
-a Ximena Carolina:
Gracias por tanta tristeza-
Quedó hablando solo.
Encontrándose con otro en el espejo,
reconociéndose,
sorprendiéndose . . .
solo.
Nadie presenció su delirio,
la lejana tarde que abandonó la sensatez
y empezó a hablarle al camino.
A nadie le importó su locura,
la ternura que su corazón pudiera contener.
Él la quiso a ella,
ella lo quiso ver,
así como lo encontró esa tarde;
hablando solo.
Cuando ni siquiera sus ojos negros
pudo reconocer.

TU QUEJA
Que te envió esquelas.
Que te mandó poemas.
Dos veces en su miseria
te obsequió su letra.
Una que otra carta diciente.
Los confites dorados de siempre,
el rubor al verte,
su timidez perpleja.
Su amor sin su suerte.
Esa será tu queja.
ORIÓN
Antes que empiece esta guerra,
quiero verte.
Antes que nos contaminen con armas químicas la piel,
quiero ver tu cabello largo capaz de hacerme olvidar la muerte.

Antes que esta guerra nos borre el verde,
antes que esta guerra nos envolate el amor,
antes que el grito fuego despierte el miedo,
quiero verte
guardarte en la memoria.

Antes que la vida
se nos vaya para Orión.
SENSIBILIDAD
Ella que había leído todas las historias de amor,
no pudo evitar el llanto y los suspiros que delataron de inmediato
el punto más débil de su marcapaso.
Tomó un pañuelo y se secó las lágrimas.
Luego olvidó la vergüenza y, decididamente,
se entregó al llanto en un torrente incontenible.
Historias como esa no había imaginado que existieran.
Ni siquiera daba crédito a la certeza del amor, pero,
luego de  experimentar la sensación de deshidratarse por los ojos, conmovida, pidió otra botella de agua y continuó dispuesta a leer el final:
“La noche no tenía luna.
Estuvo largo rato acostada sobre la cama sin sábanas,
contemplando la oscuridad por la ventana.
Junto a la almohada blanca, yacía una carta.
Una lagartija posada en la pared descarchada
miraba todos los objetos a su alrededor,
cerca de la lámpara.
Un año permaneció sin salir.
Vecinos intrigados ingresaron en la habitación a la fuerza. . .
¡La lagartija estaba muerta!”.
OBSEQUIO
Para que dijeras sí,
te había obsequiado la Ese,
la i con todo y su puntito encima
y hasta canjeé la tilde oblicua
para que fuera un afirmativo.

Pero ni así.
Me dejaste solo con el verbo amar a medio conjugar.
Ahora escuchas una rima sonámbula y precaria.
No es que pretenda musicalizarte junto a tu recuerdo
ni con la falacia efímera de las palabras.

Es tu olor a abandono,
brisa escalofriante y solitaria.
El olor de la lluvia que entraba serena por la ventana,
mientras abría la palabra que me entregaste:
Otra consonante, la Ene,
junto a la O, vocal abierta,
que cerró para siempre
la puerta averiada de mi amor.

CONSEJO
Despierta al amor,
para que no siga soñando con imposibles.
Arropa al amor,
para que no se resfríe con soledades.
Cuida al amor,
para que te garantice la risa en tu vida.
Mata al amor,
cuando ya no te inspire,
tristeza ni alegría.
BREVES CONFESIONES
“El amor no importa,
con los cuerpos basta”.
Fue la sentencia jadeante
que en las paredes retumbó.

“El amor no falta,
con el cuerpo alcanza”.
Para saciar aquel instante cumbre,
ella concluyó.

“El amor engaña,
las manos palpan”.
Acariciándole el vientre,
apenas murmuró.

“El amor apesta,
los cuerpos aman”.
Beso tras beso, suavemente,
al oído le cantó.

“El amor no sirve,
pero no quiero irme”.
Bañándole los senos en miel,
mientras lamía susurró.

“El amor no importa,
con los cuerpos basta”.
Fue la lección secreta
que aquella noche aprendió.
PRAGMÁTICA
Él no te escribió poemas.

No te compuso canciones.

Él no te envió esquelas.

Pero te hizo el amor.
HERENCIA
Tu niño tendrá tu cara
y el cabello de él.
Heredará tu sonrisa, tus ojos
y tu piel.

Pronto te dirá mamá,
papá también a él.
Cuando empiece a caminar
varias veces lo verás caer.

El primer diente lo guardarás
en el cofre carmesí,
y un mechón de sus cabellos
en el álbum familiar.

Él mecerá la cuna
en las noches de tedio.
Tú  lo arrullarás, lo amamantarás
y dormirás con él.

Tu niño tendrá tu cara
y el cabello de él.
Heredará tu risa,
tus ojos, tus palabras
y mis lágrimas de hiel.
                       
SEÑALES DE HUMO

-a diego rodrigo echeverry caicedo:
maestro, ejemplo y amigo-

A veces manda señales de humo.
Dentro de botellas manuscritos que nunca arroja al mar.
Habla solo
y su voz se suelta como cabellos de mujer.
En mitad de la noche,
la luna absorbe
su sombra.

PARCOS DE PARCA

  I
Cali
Hembra  viciosa.
En tus senos tatuados:
Tres cruces y un Cristo Rey.
Tu noche,
agujero negro.
Tus calles tentáculos,
quien es abrazado
se pierde para siempre.


II
Un perro triturado en la autopista.
Una naranja aplastada en la calle.
Como el perro y la naranja,
él espera la escoba y la pala.


III
7: 36.
En la quinta un tigre emulando a Atlas
sostiene un reloj electrónico.
Un auto blanco choca por detrás al rojo.
“La paz la construimos todos”.
El conductor de corbata sacó un machete.
19 grados centígrados.
Le rompió la cara.

IV
Junto al semáforo roto,
un niño vende periódicos descalzó.
Un cadáver sin ojos en primera página.
Atrás,
una mujer desnuda.


V

Se maquilla,
se peina.
Baja del autobús en la esquina,
esquiva a un mendigo ciego que la piropea.
Su bolso cambió de manos.

VI

Su segundo nombre era Carolina
y sus ojos negros.
La tarde del sepelio se trenzó el cabello.
Él,  la dejó por asesina
y yo estoy muerto.

VÁRICES

No vendo mi cuerpo.
Esta falda era de mi mamá. Se la ponía para salir en las noches.
La blusa era de mi hermana. Le salieron várices de tanto esperar en la esquina.
Un viernes santo se tiró a Cauca.
No.
Yo no vendo mi cuerpo. Lo presto un momento, lo acuesto fingiendo por necesidad.
A veces cierro los ojos y gozo con asco o duermo para no llorar.
Por lo que me puedan dar.
Estoy cansada.
¡Me matan estos tacones!
Hoy he trajinado mucho. . .
De nueve a una: tres borrachos, un ciego que pagó con billetes falsos y vos, que te quedaste hasta que cerraron para pedir rebaja.
No vendo mi cuerpo”.
FRAGMENTO DE CIUDAD
Un semáforo en rojo nos alcanza para besarnos, mientras tanto, niños descalzos hacen maniobras circenses con baquetas de fuego.
Cambia a verde.
El monóxido de carbono que se escapa por los exostos entra por las ventanillas y se confunde con las velitas de incienso mentoladas que los últimos pasajeros compran sin necesitarlas, “para su mayor economía, tres en quinientos”.
Afuera la ciudad va pasando poco a poco o a toda prisa, dependiendo del pie sobre el acelerador del motorista –hombre parco y sudoroso- que audazmente lucha con el timón y el tráfico para zigzaguear los huecos de la Luna.
Así se conoce esta vasta zona céntrica que después de las once de la mañana se nos antoja asfixiante.
El semáforo siguiente es indiferente a nuestra pasión, está fuera de servicio, y junto al puente elevado, cometas de papel y tela enredadas en las cuerdas eléctricas nos invita a que sigamos sin distraernos contemplando mujeres uniformadas que barren sin afanes las calles de esta ciudad cálida e invadida por pingüinos que ofrecen trocitos de hielo con sabor y que nosotros ayudamos a ensuciar cuando arrojamos entre risas, por las ventanillas, los volantes con los nombres anglosajones de institutos y colegios sin licencia, la reunión dominical para recibir la unción de cierta Iglesia nueva o en los que se anuncian –sin tener en cuenta la ortografía- los exóticos y módicos servicios de un burdel clandestino, muy cerca de la Iglesia en la que nos casamos.
Otro semáforo más.
Un hombre al que le falta un brazo golpea con desgano las llantas del autobús con un garrote.
Varios conductores detienen sus vehículos sobre la cebra que no se queja, mujeres embarazadas ofrecen flores marchitas, los perros triturados que han muerto en el intento por cruzar la calle, dejan ver sus restos inflados, el espectáculo  tétrico y delirante de los gallinazos junto a los canales de aguas residuales halando los últimos trozos putrefactos de carne y la enardecida disputa de varios, por el largo hilo de intestinos saturados de aquel olor a mortecina que coincide con el mediodía apetitoso, en el que ojalá, no encontremos al almuerzo los espaguetis embadurnados con salsa de tomate que nos recuerden las vísceras abiertas sobre la autopista.
El niño de los chicles y los dulces es más pequeño que los malabaristas de las naranjas manoseadas.
Se ofendió porque no quisimos recibirle unos confites que no íbamos a comprar y terminó por arrojárnoslos en las piernas.
Poco después descendió del autobús cuando aún estaba en movimiento y al parecer calculó mal, porque ahora una muchedumbre, dos cuadras atrás, se reúnen alrededor de su cuerpo famélico mientras se desangra sobre el pavimento.
El chofer del autobús ni se inmutó, sólo nos miró con ojos incrédulos y cómplices a través de los cuatro espejos retrovisores. Comprobó con cinismo que somos sus dos últimos pasajeros y sabe que sin duda callaremos porque no hemos visto nada.
Mañana a esta misma hora, vendedores iletrados nos lo ofrecerán en manida primicia, junto a un afiche de una mujer posando desnuda en una cama, mientras otros niños por doscientos pesos, o dos madrazos, limpian parabrisas limpios.
Conoceremos con exactitud su nombre, su signo y su edad, recordaremos al leer el titular su muerte y toda la crónica falsa con la que vanamente intentarán conmovernos.
Un nuevo semáforo en rojo. . .
Tenemos tiempo para otro beso.

HADA

Te entrego mi cuerpo cansado,
ansioso de caricias.

En tus manos sueles tener,
aves y flores.

Duermo en tus brazos desnudos
Y despierto abrazando,

la almohada
empapada de saliva.

                             HUMO
Mientras crece este tumor en mi cabeza, mientras pueda todavía ordenar mis ideas, procuraré recordar que dejaré mis males y tristezas en el viejo baúl de mis abuelos; y como ninguno vive, y no hay baúl, permitiré que las echen también en el ataúd que posteriormente desintegrarán los ochocientos grados centígrados del horno crematorio alquilado que consumirá mi cuerpo.
Crece en el vientre de aquella mujer inválida un niño que nacerá ciego y mendigará descalzo los seis años que dure su vida.
Dentro de mí, un tumor cerebral anidado justo en el lugar en el  que la ciencia se declara en Mate.
Esta vaga inquietud.
Enviaré una breve esquela agradeciendo los efímeros alivios que me proporcionó las aspirinas siempre salinas y baratas.
Ya entiendo el dolor insoportable: tanto odio al sol, tanto fastidio a la luz encandilándome aun con los ojos  cerrados, el escozor en las mejillas, el mal humor, la columna encorvada, la caspa, la lástima y las sonrisas de piedad de ellas, las monedas regaladas, las sonrisas falsas, tanta nobleza y  tolerancia, la solidaridad fingida, tantas palabras de amabilidad y fe, la miel empalagosa de la fallida comprensión – para no ofuscar a quien dentro de poco se irá a amargar a la misma Muerte-, quien posiblemente permanecerá renovando el agua de los floreros del cielo o se flagelará la cara con las espinas de las rosas negras en el infierno que olvidaron apagar los bomberos. Porque el verdadero, sin pretender decir que mi tormento sea célebre ni el mejor ejemplo del lamento destemplado, de un mártir sin calvario, está en el día a día, en el nacer cada vez que puedo poner los pies sobre la tierra. La quimera travesía de volver a dar un paso, sujetar un lápiz, pronunciar una palabra, reconocerme en el espejo, poder atarme los cordones de los zapatos y recordar como una proeza la fecha en que los embetuné y brillé aún más con los retazos de las medias veladas de mamá por última vez. Quien también empezó arrastrando el pie izquierdo primero y terminó luego olvidando el rostro de mi padre y el llanto angustiado de mi hermana.
La expectante incertidumbre y el trajinar opaco de alguien que sabe que se está muriendo. Desvaneciéndose como el humo.
Ejercitar la memoria con los primeros versos del Padre Nuestro.
Espero estar lúcido y cuerdo para cuando empiece a cobijarme el manto negro y caótico de los últimos síntomas. . .
Otra vez la picada en la cabeza.
Es el monstruo adentro dormitando que se está moviendo y que despertará después para maniatarme.
Ojalá que la vida nos alcance.
Tarde calurosa, luminosa y de mañana fría . . . Noche.
Ojalá que no sean estos los últimos instantes, porque aún creo que me falta mucho por decir.
Igual seré olvidado,  por no haber muerto arrollado por una ambulancia ni acribillado a bala.  
VOZ
“De lo que dices y escribes está hecho tu corazón.
Sólo hablas de elucubraciones macabras.
Citas muertes, cadáveres y sepelios solitarios.
Sólo algunas veces mencionas en tu fingido erotismo imágenes tiernas que después desnudas y desvirtúas con tu morbo y lascivia de cementerio.
Siempre con la misma imagen de los senos embadurnados de miel y sangre.
Tus deseos reprimidos son escalofriantes e inconfesables.
Tus historias de amor y sus dagas clavadas en el pecho.
Eres grotesco cuando rebullen tus hormonas y citas cuestiones de mujeres, fantasías y sueños.
Eres procaz cuando no sabes sortear con prudencia tu soledad.
Ya sé que la consideras muy mala compañía  y que no te ilusiona ni excita.
No eres mal hombre. No eres criminal ni pervertido.
Pero en tu condición de humano estás ciego y requieres con urgencia una dosis de Dios. “El corazón alegre constituye buen remedio; mas el espíritu triste seca los huesos”.
Aunque no estás contaminado del todo por el mundo, ni usas lentes, estás propenso a sucumbir.
Te deprimes. Eres susceptible a los gérmenes actuales de esta funesta sociedad.
No eres inmune a las implacables trivialidades, siempre peligrosas y mortales...”
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Fantasma que me visitas cuando me veo en el espejo. Apaga las velas.
Dame el beso de las buenas noches sin succionar mi yugular.
Cierra la tapa del féretro cuando te vayas y déjame descansar en paz.
                                
                                         FUEGO

Cuando el calor nos encuentra a ambos y el sudor nos recuerda el agua.  

Tus besos con la boca pastosa saben a jarabe añejo y a miel fermentada.

Cuando la última flor dejó sus semillas y el sol arrasó la granja,
quedó el esqueleto del perro, que cuidaba también la casa,
junto al gato tuerto que devoró la torcaza con la que te enviaba el mensaje...

“Por favor, huye del pueblo. Nos van a matar los paras”.

Cuando el calor nos envuelve en sus largas y lentas brasas, entendemos tarde que ya las FARC nos incendió la casa con todos los animales...

Y al carbonizar a nuestros padres, nos quemaron también el alma.
      
EXTRAÑO


Hoy amanecí dos veces con un sabor extraño en los ojos.
Recordando con los pies los pormenores de mañana.
Atravesando con la angustia más sensata la tranquilidad enrevesada que preocupa y calma.

El hoy no tiene tiempo.
El reloj no congela;
sobre la cama se come, se escribe y se extraña al ayer cuando se soñaba,
en las benditas maldiciones del promisorio pasado.

Hoy sin hambre y sin sed,
El sol se esconde apareciendo con la misma aurora renovada por la luna matinal que duerme en el día de la noche despierta.

Hoy no está ella y su voz se tritura en los lentos bramidos de la silente licuadora.

El hielo quema y en el deseo infinito de morir
la vida se aprecia como un regalo divino,
que Dios nos envía a todos como castigo.






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