EL AVIÓN DE LAS FALACIAS
Voy a serte franco:
Estaba esperando que un avión comercial o de guerra, hubiese tenido que aterrizar de emergencia en la calle en la que estaba esperando el autobús que me llevaría al colegio.
Justamente por eso, para no ir a trabajar y tener el pretexto perfecto para llamar a mi jefe y decirle: Yo madrugué y hasta estaba dispuesto a ir, pero quién iba a imaginar que un Boeing 767 hubiera querido aterrizar sin avisar en mitad de la avenida.
Pero irremediable y positivamente no ha pasado nada nuevo en la Avenida Ciudad de Cali, y por el contrario, voy tarde rumbo al colegio en el que las niñas y los niños, no habrán leído los cuentos que les propuse como tarea para leer, ni escribieron los poemas de amor para la clase.
Entonces, ya podré contarles a los niños y a los jóvenes que me quieran escuchar, que el barrio amaneció inundado e invadido de luces y sirenas de emergencia. Y en mitad de la calle, muy cerquita de la casa en donde venden minutos a celular a cien pesos, un avión de carrocería americana estuvo a milimicras de colisionar contra las casas de los vecinos que se alistaban a esa hora como yo, para ir a sus trabajos y tuvieron que salir en trajes de primicia, en toallas, bóxer y las muchachas más feas y lindas en ropa interior, porque la mayoría de la gente de Cali no usa pijama, a constatar y comprobar con sus propios ojos incrédulos, un suceso tan imposible y tan fácil de suceder.
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