domingo, 23 de febrero de 2014

MANUSCRITO HALLADO EN UNA TRAGEDIA

Enero 14 de 2004.

Hoy me otorgaron la visa.
España ya no será la ilusión del calendario al que se le caen los cromos.
Conoceré Madrid, Valencia o Barcelona. Quizás Alicante y Zaragoza. Ya no tendré que conformarme con visitar las ciudades españolas en Colombia.
Popayán blanca, Manizales empinada, Cartagena de Indias e histórica.
No volveré a soñar con los tiburones ni a leer el libro de los significados y derrumbados presagios.
En la maleta llevaré conmigo sólo veinte kilos de equipaje y en ella, de sobrecupo, los mejores tres recuerdos del amor mezquino que me invade por sorpresa en las frecuentes pesadillas de la siesta.
Por fin el olvido se acordó de mí. Se acerca con sus pasos silenciosos mientras arrulla a la amnesia envuelta en una bandera rota.
Extravié el tiquete. En el tiquete estaba mi cédula. 

Marzo 11 de 2004. Hoy conoceré el metro de Madrid. La anciana que me alquiló el piso me acompañará a las oficinas de la empresa para la que recolectaré algodón. A los españoles les disgusta escuchar los Buenos días. Se cagan en Dios todo el día y el que se persigna es un sudaca.
Aquí en Madrid, Colombia, Bolivia, Nicaragua o Paraguay es la misma vaina.
Que logren distinguirnos, es una utopía.
Carlota me ha acariciado la mano tres veces mientras escribo esta página. No podría imaginar un encuentro erótico con esta venerable y decrépita anciana a la que no le gusta depilarse las axilas.
En veinte minutos llegaremos al punto de parada. Este es el mismo clima de Cali a mitad de año.
Las españolas son altas y miran a los latinoamericanos como gallinas que miran sal. Deseo una mujer de azúcar.
Trabajaré hasta diciembre sin papeles y en un año regresaré a Colombia. Este tren se mueve mucho y aún con letras temblorosas escribo porque sé que algún día me reiré de esto.
Doña Carlota me acarició el cuello debo decirle que…
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Las páginas fueron halladas sueltas junto al cadáver decapitado de un colombiano sin pasaporte quien en posición cubito dorsal quedó entreverado en dos sillas y entre los brazos de la ciudadana madrileña Carlota Libia Guerroz Santillana de 79 años de edad. En una agenda de bolsillo se hallaron otros textos que parecen ser poemas.



315
Toda  la mañana la llamé al celular y sólo recibí por respuesta: Sistema correo de voz. Su llamada está siendo transferida al…
Debo verla hoy. Esta necesidad que arde en alguna parte del cuerpo con el agravante de la urgencia es más que un imperativo. Ayer la discusión de siempre. Recordarle que la amaba en la última llamada e intentar concertar una cita justo para hoy en la tarde.
Las peripecias para que no coincida con la hora del malgenio ni con la cita al urólogo, la sagacidad del actor feliz para persuadirla y lamentar con el hígado enfermo porque no quiso aceptarme. 300, 311, 312, 315… ¡3155124461!
¿De qué sirve tener un celular apagado? Hoy estoy de gris y el cielo tímido sale con el color del ratón que amaneció  muerto en  la trampa.
Ella quiere vivir conmigo, envejecer conmigo y no me contesta.
La ciudad es la misma y una mierda cuando no me habla.
¿Me amará?
Este clima seduce las almas y las convierte en cruces rojas que quieren la paz… ¡Ah!, las  maricadas en las que se piensa mientras por la ventanilla aparece una iglesia.
El hombre de al lado se persignó tres veces al pasar frente al cementerio central.
Los muertos no hablan, no saludan, no extrañan ni se afeitan.
Me gusta. Ella sabe que me gusta. A pesar de ser madre soltera me lanzaría a la aventura de un hogar sin cama por ella. Me dejaría crecer el cabello, me deprimiría mucho menos al ver el fútbol…
Hasta comería pescado.
El hombre barbado timbra y se baja frente a tres burdeles. El que parece ferretería es el mejor.
Dos muchachos sin camisa se suben al bus e irrumpen con sus revólveres y sus gritos el vallenato repetido.
Uno está nervioso y empieza a golpear a las mujeres que ensordecen con sus alaridos de terror. A ella nunca la he escuchado gritar.
Recuerdo tarde que tengo en el bolsillo el celular. El muchachito asustado me apunta con un revolver en la cara. -¡Pasame todo lo que tenés o te mando a la otra vida, gonorrea!
Le entregue el pañuelo y los $15000 de la velita azul aromatizada para mi niña linda.
-¡Todo gran hijueputa!
-No tengo más. Alcanzo a decir mientras del bolsillo el Rington de la Pantera rosa, suena y vibra en su nivel 5.
Antes de entregarlo leí su nombre en la llamada por última vez en la pantalla junto al número de mi amor y mi desventura.

DEBAJO DE LA BIBLIA

Entró a  la prostituta a su casa mientras su mujer no estaba.
La hizo pasar entre afanes al cuarto y luego la acostó en  la cama matrimonial que tenía sábanas limpias y empezó a desnudarla mientras le besaba el cuello, la boca y las piernas.
Después de unos minutos, la hembra, caliente,  empezó a gemir en serio y  a arañarle la espalda con sus uñas rojas de gata.
Él hizo grandes esfuerzos para soportar la tentación de ahorcarla y sin perder el tiempo,  le lamió toda la piel hasta que le encontró sabor y comenzó a morderle los senos, los glúteos y la cara.
Luego, la penetró, sin condón, en repetidas ocasiones en todos los ángulos y por todos los orificios, mientras el sudor de las tres de la tarde le impedía ver y mientras un ventilador giraba en silencio.
Practicó con la mujer, dieciséis posturas y poses distintas, aprendidas del Kamasutra ilustrado que guardaba en el armario debajo de la Biblia.
Ella sumisa y cumpliendo las órdenes estrictas,  era una atractiva mujer de cabello corto,  estatura mediana e indudablemente con cuerpo de puta.
Cuando se sació de comer, respiro cien veces hasta que el corazón se le estabilizó y pudo levantarse de la cama mientras la mujer se bañaba y volvía a vestirse.
La mujer, vestida con un pantalón blanco apretado y una blusa que le moldeaba muy bien sus senos, lo beso sentada en la cama y lo apergolló con ternura. El hombre, todavía desnudo y jadeante, le pasó otros dos billetes nuevos y la beso largo en la boca para volver a saborear su lengua.
La prostituta salió y el hombre en toalla, se fue para la cocina a preparar el arroz para la comida.



TORTURA DE DOMINGO

¿Qué te hiciste?
¿Por qué te fuiste?
¿Dónde estás?

¿Cuál sol saludará hoy tu piel?
¿Cuál  luna brillará en tus ojos?…
Distancia, incertidumbre, mares y sombras…

El cabello que peinas en la oscuridad,
El grillo que canta en el patio, 
al jardín de tus flores
lo invadieron las lagartijas,
Promesas, sueños, mentiras…

Tu risa en la fotografía, inmortal…
¿Por qué te fuiste?
¿Qué te hice?
¿Dónde estás?


















































































































































































































































martes, 4 de febrero de 2014


COTIDIANIDAD  MATINAL

Si de niño, alguien me hubiera dicho:
"Juega" 
"Toma el balón"
"¡Escóndete! Que al contar hasta veinte, te buscaré"...
"¡Corre!, que el Lobo existe y Caperucita tiene el período", 

Hubiese aprovechado mi vida en cosas más serias como jugar más e intentar y arriesgarme a Ser felíz...

Ahora que las facturas llegan por debajo de la puerta y que los bancos sólo me quieren a final del mes, y que debo completar para la renta, comprendo, azotándome contra las paredes, que la vida no es un juego...   

Una verdad matemática y antilírica me aniquila,
en la cotidianidad financiera más cruda, elemental y fría...

Si tan sólo fuera niño, otra vez.