HUELLA Y PEZUÑA
La mañana clara y el espejo limpio me mostró mi nueva realidad de monstruo.
Mutante necio,
incapaz de controlar mis fuerzas,
y justo hoy,
cuando ella me citó a la playa que frecuenta a un encuentro erótico,
tan deseado entre la bruma y las olas,
entre la arena y las rocas,
ante tanto azul para ver
y tanto mar para saborear.
Imagino que al saludarla mis garras aruñarán sus brazos blancos y al intentar besarla,
los bigotes de mi hocico carnívoro sólo podrán husmearle los labios antes que mi aliento la adormezca.
En la tarde, cuando ella y yo,
bella y monstruo detestable,
quieran hablar o amarse,
será tarde,
le habré encontrado sabor,
la habré devorado en el último beso.
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