sábado, 28 de octubre de 2017

MURMULLOS
A José Asunción Silva y
sus sombras.
Dormido,
el poeta está dormido.

El daguerrotipo no va decir que el proyectil detuvo su corazón inerme
y que otros corazones laten conmocionados
ante la noticia suicida.

Nadie sabrá de la marca de yodo en el pecho
que demarcó el lugar exacto en su corazón de poeta.

Muerto,
el poeta está vivo.
Sus poemas se esparcen como la luz blanca
en un eterno nocturno mortuorio.

En su barba que amedranta el Hades
hay desespero, soledad y tristeza.

De sobremesa, en su mirada hay un naufragio,
secretos que titilan como luciérnagas fantásticas.
Es la historia de un amor inconfesable.

En su lecho de muerte, la noche duerme el cuerpo y lo mece
con sus mortajas y sus rondas de niños
“Aserrín, aserrán”

Otra vez la muerte
que es para los suicidas como un juego.

Dormido,
El poeta está dormido
y muerto,

El poeta está vivo.

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