domingo, 20 de mayo de 2018

RITMO LISURE



RITMO LISURE


“Susana, Susana, 
el día en que te conocí rompí mi ayer...
Susana, Susana,
llegaste quizás porque así tenía que ser.
No niego que por ti fue que volví a reír
de nuevo soy yo mismo proyectado en ti,
y tus ojos se llenan de mí,
mis manos se colman de ti,
tu voz que sonó musical
y va en mi manera de amar”.

Susana, José Feliciano.

 
 
El amor eras tú,
pero no eras para mí.

1
Miro mi rostro en el espejo y examino cada una de mis expresiones. Mi piel refleja cansancio y a su encuentro han llegado relieves que parecen no querer irse. Aquellas líneas han sido invitadas por la angustia, el llanto y las noches de sacrificio. Mis ojos, aquellas ventanas que en su interior guardan enigmas sin resolver y misterios sin revelar al mundo, pero que más que ello, guardan dolor, pasión y sufrimiento. Mis labios son un baúl de palabras no expresadas y sentimientos encriptados. Sentimientos que en su momento temí expresar y hoy han erigido casas fantasmagóricas en mi interior. Mi rostro refleja dolor, resentimiento y sentimientos de culpa. Sí, me culpo. Me culpo por haberme olvidado de mí misma muchos años, por no haberme respetado ni haber liberado a tiempo mis emociones. Me culpo por las noches que sequé mis lágrimas en la almohada y pinté un rostro sonriente cual cuadro pintoresco que se usa para ocultar una grieta. Me culpo por todo lo que perdí y por todo lo que abandoné, porque en medio de todo, me perdí a mi misma. Hoy me miro al espejo y encuentro un rostro marcado por la lucha, el sacrificio y la aflicción. Un rostro que reclama perdón, que suplica reconciliación y liberación. Un rostro que ruega que me perdone.
Lisure.
2
Así como la risa es contagiosa, así como los gigantescos perros negros de la depresión, te persiguen, te ladran, te quieren morder y despedazar el cuello, también la tristeza es contagiosa, Lisure. A veces pienso que muchas de las facetas y situaciones vividas por Lisure darían tema suficiente para escribir una novela. Una novela de terror, de amor, de música, una alegoría, relatar una metáfora utilizando la imagen de Lisure en la rica tradición rumbera caleña, decir que como Cali, Lisure también es bella, alegre y peligrosa. Contar a través de los ojos de quienes tuvimos el privilegio y el tormento de verla, conocerla y soportar un poco más de cerca a la mujer bonita que ama la salsa, que disfruta y le encanta su soledad, pero que también y sobre todo, siente placer al leer novelas clásicas, cuando no la asustan los fantasmas del pasado ni tantos recuerdos extraviados tirados por toda la casa, y es feliz de verdad, cuando escucha y baila en su Salsa Bar, todos los ritmos latinos, vistiendo en sus trajes los colores más vivos que aderezan su libertad anhelada, revelados en los tonos de su maquillaje tenue, en su ropa perfumada de hormonas emanadas de sus poros y su piel, de la mujer que también sufre y llora acurrucada como una  niña, que es deseada al mismo tiempo, por un ejército de ilusos que la pretenden, persiguen, acosan e imaginan amanecer junto a ella, escucharla roncar y balbucear entre dormida el nombre de su hermosa hija en las lluviosas madrugadas de abril. Su niña linda, réplica genética de su infancia difícil y áspera, su pasado gris sin sonrisas ciertas, con vientos nostálgicos que traen entre remolinos, dolorosos momentos que se niegan a ser olvido. Es por eso que todavía la hermosa Lisure recuerda, cuando entre burlas su propia madre y su hermano, la llamaban Sandra Mora, ahora llora que llora, en lugar de darle un beso y un abrazo que la consolaran. Diré, Lisure, a propósito de ti, de tu mundo y de este tonto universo que por ti he creado, yo sufro por ti, Lisure gitana y esa gitana por otro llora. Su niña, que es el único tesoro de sus días y por quien conoció como madre el amor más puro y verdadero. Lisure es una mujer que aunque no esté en sus días, se siente bien, se siente mal, está incómoda, quiere gritar, escribir, sentir, bailar, cantar, leer, vivir y escaparse de su pasado y de su rutina. No sé, mujer, tu tristeza también me duele, cuando te encierras en el baño a llorar, cuando te secuestra el desespero y el llanto y luego de la tormenta escribes lo que a borbotones te dicta el corazón. Recordarte me alegra, hablar de ti es un instante de felicidad doloroso. Me pones mal, mujer, al encontrarte protagonizando estas últimas letras para ti, justo al mes de conocerte un poco más, de leer lo que escribes y empezar a hablar contigo, revivir junto a ti tus miedos, tus recuerdos, tus fantasmas, tus idilios, tus amores difíciles, tus laberintos, los traumas que determinaron tu recia y arrolladora personalidad fantástica, poder descubrir de ti, el hombre del que realmente estás enamorada, cuando hablas sin las máscaras que protegen, ocultan tu rostro, y te distancian de los otros ingenuos a los que quieres evitar, evadir y desvanecer, sin remordimientos, entre el humo de un barco a vapor que se pierde en el océano entre la bruma y la tormenta. Tus máscaras que ocultan tu tristeza, tus angustias, tus secretos y el bosque inhóspito de tus inseguridades, las que sabes hábilmente cuándo y con quién utilizar, tus máscaras que lo fingen y lo falsean todo. Justo ahí entendí, que como antídoto vital y como mi única posibilidad real de salvación, a esta progresiva, agresiva e invasiva enfermedad también llamada Lisure, como tú, era necesaria la despedida, para empezar a sanar. Es una decisión infantil, lo reconozco. Decir adiós a lo que más se ama. Y aunque tú también lo has hecho, me reconvendrías con tus gestos histriónicos, dirías, ante la revelación del abandono inminente, que es una huida rauda en patines, muy injusta y absurda por demás. Evadirte, evitarte, escaparse y alejarse para siempre de ti, pero para muchos hombres como para mí, es apenas un recurso humano de supervivencia, un instinto de preservación natural, porque nadie podrá conocerte sin enamorarse, nadie podrá amarte sin sufrir, nadie y ningún mortal podrá ser tu amigo sin ilusionarse hasta el límite de la idiotez, la locura y la obsesión más crónica que conlleva soñar contigo a diario. Ningún hombre podrá ser feliz a tu lado, porque nadie quiere salir con el corazón lastimado, nadie más podrá besarte como el hombre que más amas, pero que ya no te ama, porque fuiste tú quien lo dejaste ir con el corazón roto, cuando creíste que para vivir a tu ritmo,  te estorbaba, a pesar de sus súplicas, sus lágrimas y de humillarse ante ti, sin ninguna canción por escuchar de consolación, aunque para ser sinceros, él fue quien primero te falló, te hirió varias veces cuando más dolía, en la época y en el estado en que toda mujer y futura madre, desea sentirse amada, acompañada, consentida, comprendida y protegida. Lisure, a tu ejército de ilusos nos lo enseñaste: a las mujeres como tú, no se les entiende, simplemente, se les debe amar. Pero también aprendimos que juegas con algunos corazones ilusionados, porque aún tienes en lo que te quedó de corazón, vestigios de la niña mala, cruel, y en tu alma, todavía hay suficiente hiel y sed de venganza. Tal vez este sea sólo un relato que sirva como catarsis para exorcizar, menguar y desintoxicarme del efecto poderoso del veneno del amor del que Lisure nada quiere escuchar. El amor, del que nada quiere saber, el amor letal que todo lo jode, que todo lo daña y que todo lo enreda y complica. El amor que todo lo puede, pero que también todo lo mata. Sí, sólo alcanzará esta vez para un simple relato que sirva para rememorar la alegría y el dolor que me ocasionó conocerte, la razón del por qué suelo ser tan serio y tan triste cuando te acercas, cuando te marchas para estar presente siempre en todas mis cosas y por ti, en todas mis palabras, en las mentiras que se multiplicaron en cautiverio cuando aseguré mirándote a los ojos que no te amaba, mientras algo dolía, agonizaba, sangraba y moría adentro. Lisure a menos de la mitad de su ejército de ilusos, a manera de una diplomática respuesta, para disuadir la multitud ansiosa e idiotizada por su encanto, sólo ofrecía una sonrisa comercial de azafata tierna, y una linda y sincera amistad. A los ingenuos e ilusos restantes, les ofrecía su número telefónico dictado con algunos dígitos erróneos, para así evitar una horda de infelices, al unísono, colapsando la telefonía celular, pretendiendo ser felices con la mujer que sólo era feliz abrazando a su hija, leyendo algunos clásicos de la literatura universal, bailando entre luces y ritmos la salsa que era su bienestar y el mundo en el que se sentía más feliz, plena y cómoda a pesar de las heridas, las llagas, las  tristezas de su corazón, porque también la escuché una vez llorar arrepentida, hablando de cada una de sus historias dolorosas a las que sólo le faltaba la música para contar y cantar también su vida. Lisure, también tú hiciste historia en nosotros. Aquella mujer, fue un veneno cruel, que aprendí a querer, como ciego la amé... Era entendible, Lisure, no podías aceptarlos a todos. Ni todos podríamos tenerte a la misma vez, ni porque los carnetizaras y agremiaras en tu creciente exponencial Club de Fans, El ejército de ilusos, como te lo propuso el iluso número 999 en tu lista, el ingenuo que te obsequió en tu cumpleaños 30, un poemario insípido y una caja de chocolates sin magia, que terminó estorbando y haciendo más basura en la casa, porque sólo querías dormir, recuperarte de tu dolor provocado en tu pie esguinzado, soñar que eras feliz con tu hermosa hija, mientras caminabas por una playa solitaria que ya en promesas ridículas te habían regalado antes, porque las palabras y el papel pueden con todo. A algunos les tocó bailar contigo, a otros les tocó contemplarte, verte pasar. A otros incautos como a mí, les correspondió conocer varias facetas de la bella y perturbadora Lisure, conformarse con escribir para ti y recordarte en estas líneas, como una mujer que estaba en el pensamiento y en el corazón de muchos hombres, pero en el tuyo, no había ninguno de tu estúpido ejército de incautos. Sí, era imposible amar a tantos tontos a la vez. Lisure se cansó tanto de que le dedicaran canciones y poemas de diversos autores, paisajes, ritmos, rimas, voces y colores, que terminó por aborrecer la poesía. La dama decimonónica, recitada o escrita, compilada en poemarios trasnochados y cursis, escritos en servilletas, en paredes o en las palmas de las manos por pretendientes incautos de todos los estratos, edades, lugares, oficios y etnias, se convirtió para ella de un momento a otro en una fogosa meretriz de puerto, entre música de guitarras, acordeones y violines tristes, entre faroles apagados debajo de una luna llena, que sólo servía para dirigir el aullido de los lobos al cielo e iluminar el camino a los perros callejeros. Se cansó tanto de que su ejército de ingenuos y hombres hipnotizados le prometieran obsequiarle montañas, océanos, acantilados, noches, mares, lagos, playas, frutas, flores y bajarle lunas, soles, estrellas, luceros, arcoíris, pajarracos y murciélagos, que más que ridículo y cursi, le parecía un acto de estupidez innecesaria, cuando lo que más le gustaba y anhelaba con toda el alma, era comerse una porción de pizza caliente hawaiana, ir a su Salsa Bar preferida por lo menos una vez por semana, avanzar en la lectura de otro capítulo de su novela que comenzada a obsesionarle y que una mano caritativa cambiara el bombillo quemado de la nevera, la nueva habitación de su soledad, que dormía desde hace siete meses en la casa.
3
 
Verla llegar a su Salsa Bar preferido, único lugar en el que se podía expresar con libertad, y en el que se sentía linda, sensual y joven, en compañía de su mejor amiga, implicaba tiempo. Lisure y Naty, su bella amiga de infancia, que de tanto compartir sus aventuras rumberas, tantos secretos y anécdotas de amor, desamor y vida, más que amigas, confidentes y cómplices, se volvieron hermanas no de sangre, sino de salsa. Desde niñas aprendieron a bailar en sus instantes de ocio, cuando la vida no era tan seria ni dolía tanto, cuando el amor más que un noble ideal era un espejismo, un dulce imaginario con ajuar de novia, boda, un brindis con los brazos entrelazados y vestido blanco. Desde entonces prometieron cuidarse la una a la otra, bajo los principios solemnes de una amistad y lealtad que no conocía límites y que les duraría mucho tiempo. Además de ser su confidente, sabían que irremediablemente en el Salsa Bar, debían cuidarse de los bríos impetuosos de los lobos cachorros, los viejos zorros verdes y los siempre acechantes tiburones sigilosos que las merodeaban saboreándose en sus fauces, y se las disputaban para bailar con ellas por lo menos una vez, mientras Lisure y Naty, bailaban con fans de otros países con sus sexys cuerpos y giraban armónicamente en la pista, navegando entre sus pasos de artistas consagradas, en el mar de las luces cálidas, mientras ellas se curaban con rumba cada una de sus heridas que de a poco iban sanando en su corazón, estrechando cada vez más, los códigos fraternales de su amistad limpia, desinteresada y verdadera. Ver llegar a Lisure requería tiempo para contemplar y observar cada uno de los centímetros de su cuerpo y entender qué era. Más que bella, más que hermosa, más que bonita o linda, eran insuficientes los epítetos y los solidarios superlativos carecían de sentido al intentar expresar, definir, dimensionar y nombrar en una palabra precisa, una idea que lograra aproximar o siquiera representar a quien hizo sentir celos, en su poema Playa Lisure, a la misma Venus. Era simplemente una mujer de insinuantes labios carmesí, que al verla te hacía olvidar quién eras, cómo te llamabas, cuál número eras en su ejército, dónde estabas y preguntarte en serio, qué estabas leyendo, qué carajo era lo que estaba escribiendo, cuál de todas estas es mi casa. Para Lisure la salsa era un estilo de vida, el ideal de cómo debía vivirse la vida, siempre alegre, mira que se va y no vuelve. Y así, el Salsa Bar estuviera lleno, no importaba la hora en que llegaran, así lloviera o tronara, siempre aparecía de la nada, una mesa disponible para Lisure y Naty. Todo es cuestión de tener actitud ganadora, amiga. Instruía, Lisure, sonriendo, luciendo un estratégico lunar cerca a la boca, mientras acariciaba y se acomodaba el cabello, para empezar a lidiar con los nuevos pretendientes, los imberbes reclutas aspirantes de su ejército, con los patos y los búhos ocasionales que desfilaban por la noche joven, haciendo sus poses de ocasión, con la intención de abordarla, conocerla, olerla, besarla, acercarse, tocar su vestido de lino rojo ceñido al cuerpo y bailar con ella. La música detonaba su momento íntimo de liberación plena y la evidencia palpable de su verdadera alegría. Contemplarla bailar salsa en la pista, era un testimonio de armonía, talento, embrujo, felicidad y belleza. No sé cuántas mujeres como Amparo Arrebato tuvo o tendrá Cali, pero Lisure está en el podio salsero de las legendarias y flamantes bailarinas que encarnaron la salsa y la convirtieron en un deleite de ciudad, una fascinación cultural de un pueblo que fingía ser alegre cada diciembre en su Feria a pesar de sus tragedias. Lisure mostraba a su ritmo y con su estilo explosivo, toda la pirotecnia musical que había en ella, mientras sonaban trompetas, timbales, piano, congas, la campana, las maracas y el bongó que hacían erupción y metástasis en Lisure, bailara lo que bailara, charanga, pachanga, guateque, lo más selecto de la salsa brava, sólo para melómanos, conocedores y bailadores expertos del ritmo Son montuno, el golpe antillano de una salsa que estaba en su punto, la verdadera salsa exclusiva, seleccionada por años con un vasto conocimiento y criterio musical, sólo para Lisure. Si no tuviera ese amor, aunque me cause dolor, si no pudiera llorar, si no pudiera sufrir. Vale más con todo y acabar. Pocos quizás entendieron el lenguaje musical de su cuerpo y lo confundieron equivocadamente con una manera casquivana de seducir, coquetear, enloquecer o llamar la atención de hombres y mujeres que no soportaron la tentación de mirarla y sucumbieron ante la magia de su presencia, su convicción e imponencia, cuando en verdad, Lisure, yo amé, amé de más, lo que sufrí por aquel amor nadie sufrió, nadie sufrió... Y lloré, perdí la paz, pero yo sé que nadie en la vida tuvo más, igual que yo.  Lisure vivía la salsa como si fuera su elixir de la eterna juventud y un arte que solo dominaba ella, en la que cada una de las notas o los fabulosos arreglos musicales que volaban en espirales por el aire, se atomizaban en vibraciones de colores que ingresaban por todos los poros de aquella mujer fatal, hasta llegar a los tuétanos y al cerebro, aunque muchas líricas y letras contenían una alta dosis de desamor, tristeza, y drama, Lisure vivía su propia fiesta imaginada, cuando al bailar, muchos de sus parejas, se persignaban justo después de hacerle la triple vuelta en la pista abarrotada de parejas absortas que querían grabarlos para practicar y aprender, aunque a las pocas horas al descansar, cuando se acababa el hechizo, Lisure despertara al nuevo día, de nuevo sola en su cama matrimonial, con un libro abierto a la mitad sobre la segunda almohada cabecera, y se sintiera derrumbada con el sabor amargo, la persistente sensación de vacío que dolía como nunca en alguna parte del cuerpo, entre una resaca de melancolía de domingo, desolación y nostalgia, a pesar de contar cuando quisiese, con su paciente y siempre disponible ejército de ilusos capaces de satisfacerle cualquier deseo, antojo o capricho a cualquier hora del día. Era simplemente una mujer capaz de hacerte olvidar el miedo a los ladrones en la noche, en esta ciudad ruidosa siempre en feria y violenta, capaz de hacerte olvidar el miedo a la muerte, el temor a la vejez, al dolor o a la enfermedad. Una mujer capaz de hacerte mentir a ti mismo, quitarte el apetito, trastornarte y ausentarte el sueño, hacerte escribir para ella todo el tiempo, provocarte pesadillas al mediodía los domingos, cuando creías que no la volverías a ver jamás y hacerte equivocar sin darte cuenta, como reventarte el dedo pequeño con el uñero enconado del pie contra la pata de tu cama, y seguir pensando en ella al instante justo del madrazo brutal y puro que escuchan aterrorizados hasta tus ancianos vecinos sordos. Para Lisure bailar era una terapia de vida. Su mejor estado de ánimo, la oportunidad para lucir su belleza atrevida, desafiante, genuina y fatal. Alguna vez le escuché decir que su Salsa Bar, era el lugar en el que mejor se sentía y en el que siempre debería estar. La música y la atmósfera de su Salsa Bar la transformaban. Como si entrara en un trance esotérico, alcanzando siempre el clímax, en una especie de posesión musical, la salsa la excitaba más que un beso húmedo del padre de su linda hija, sin duda, su fan número 1, el hombre que ella más había amado y al que siempre esperó.  Porque para Lisure, los demás hombres, eran simplemente parejas de baile, útiles maniquíes entrenados, escoltas y conductores ocasionales, mensajeros y aduladores genuinos, juguetes chinos desechables del amor en el que ella ya no creía. Porque Lisure estaba vacunada contra el amor, al punto de declarar objetivo militar al inquieto cupido, que andaba sobrevolándola con sus venenosas flechas y su carcaj repleto de su arsenal enamoradizo, por eso su sistema inmunológico se había vuelto resistente, al en apariencia, inofensivo virus, por eso es que se alejaba de gérmenes o bacterias románticas: No, no. ¡Ahora no! Dejame, por favor, escuchar esta canción que me gusta. ¡Dejame que quiero bailarla!, mientras sonaba y envolvía el recinto las notas espléndidas y los acordes musicales del guaguancó Averigua de Tony Pabón, y el ingenuo e imprudente pretendiente 375 seguía con su carita de chikungunya su declaración sin ritmo y mal oída.  De verdad, quiero bailarla, ¡Déjame bailarla, por favor!, No, 375, esta no es hora de: “Eres una mujer muy bella, Lisure. ¿Te habían dicho alguna vez que tus ojos fascinan y embelesan? Eres como el canto mitológico de una sirena... Contigo y por ti, me quisiera ahogar en los mares de la pasión...Tus labios delicados y sensuales, tu bello lunar cerca a la boca, tienen un imán que llama a los míos. Ese color rojo lujuria de tu boca, seduce, Lisure, tu hermoso cabello suelto, toda tú llamas, seduces e invitas a amar,  enamoras con tu escarcha dorada en tu espalda. Enciendes mi cuerpo, tienes una piel muy suave. Sin tu número de celular, mi Smartphone y mi vida está incompleta”. ¡No!, jamás le prestaría atención a un tipo que me piropee o se me declare hablando tantas pendejadas, en plena pista de baile, cuando yo quiera bailar. ¡Cómo se te ocurre aquí! Estás profanando mi oficina, mi paraíso y mi templo. ¡Entendelo de una vez! Aquí no vengo a perder el tiempo con tonterías, estupideces e idioteces como el amor.  Porque para mí bailar es más importante que mentir. Por eso, No llores más mi amigo que me da pena, no te pongas a hacerle caso ni a Lisure, ni a la humanidad. Acuérdate que la vida es pasajera, todo se acabará, nada se quedará...Echa pa´ lante muchacho, mira, no seas bobo... Que en esta vida uno se apura total pa´ naa. No eres ni serás el único herido en combate, 375. Escucha con atención las letras de las canciones que le gustan a madame Lisure y entenderás. Alguna vez la bella Naty,  al sentir lástima y compasión ajena le preguntó a Lisure ¿No te da pesar de él? Pobrecito, todas las noches que te encuentra se queda mirándote por horas. No, amiga -respondió Lisure retocándose el maquillaje- quién lo manda a fijarse en mí. Y además, Bailar es mi alegría, la salsa es mi mayor orgasmo y mi éxtasis total, porque no necesito de un hombre, ni una gota de alcohol, ni un gramo de droga para ser feliz aquí, además las palabras de los hombres engañan. Porque el mismo amor como ellos, está lleno de traición, mentiras e hipocresía. Tan lleno como el basurero del amor, donde se sepultan e incineran las promesas incumplidas y las palabras que nunca se dijeron a tiempo y los sueños de juventud, mientras en silencio un viejo amor, moría. No, no era miedo a ella. Era temor a enamorarse de ella, horror a perder el control, la paz, el sueño, la calma, la tranquilidad y la vida.  Lisure, no eres solamente una mujer. Eres el amor que te habita cada vez que sonríes, cada vez que respiras, cada vez que hablas y cantas, cuando inventas una razón para mirarme porque mi timidez que a veces no me deja mirarte a los ojos, que me hace sonrojar,  te divierte, saber que soy el número 999 en tu lista. El que nunca podrá soñar contigo. El que nunca llegará a tu corazón, porque no sé bailar y además, lo sabes, ya te lo dije, nunca bailaría contigo. No soportaría tu ritmo de furia, la luz de tu alegría que proyectas sólo en tu Salsa Bar, tus horas ininterrumpidas de salsa intensiva, de la salsa como la mejor de las gimnasias,  ni la locura de tocar tu piel y tus músculos calientes en la pista. Ni siquiera es la vergüenza de hacer el ridículo. Es una llovizna que intenta apagar la lava viva y palpitante de un volcán. Moriré con esa frustración corpórea. Moriré con esa soledad en el alma. Como un niño huérfano que sueña con el calor de una familia y mira todas las tardes a través de la misma ventana rota, a la espera de ser adoptado. Mientras tanto, alimentaré un poco más la ficción de mi vida para darle sentido, algo de aliento y algunos otros detalles a este relato moribundo que como yo, sabemos  tendrá otra vez el mismo desenlace siniestro y desesperanzador, porque en él está Lisure, como parca inexorable y sensual que corta los sueños y el hilo de la vida, que siempre amará y esperará paciente el regreso de su primer hombre, porque pensar en él y en su reencuentro feliz, en una alcoba cuya cama estrene un tendido rojo, aderezada con rosas amarillas y las filigranas del amor fragante a sándalo, que en una de sus paredes con globos en forma de corazones rojos diga en papel brillante: Bienvenido a tu hogar, amor. Te motiva, te tranquiliza, te da la sensación de bienestar porque con él te sientes cómoda, segura, protegida, una mujer amada  y sabes que de corazón es lo que más anhelas con toda tu alma, devolverle su padre a tu hija,  aunque también a veces, cuando la soledad empieza a andar descalza por toda la casa, desearás hablar, cuando estés triste o aburrida, con el fan número dos, porque lo admiras, lo aprecias, lo respetas y quizás, por su edad paternal y su inteligencia, te interesa. O con tu iluso e ingenuo fan número tres que tanto te gustó en verano, el que te hizo mover el piso en el que bailabas frenética, aquel que alcanzó a ablandarte tu corazón blindado como ningún otro y a bailar contigo a la media noche, cuando duermen las hadas y vuelan las brujas, pero que una noche decepcionado, después de bailar contigo tres canciones, al ritmo y nivel Lisure,  al fin, decidió alejarse como Wilson el de la película Náufrago, con su cara desinflada, muy lentamente entre las turbulentas olas del mar del olvido, cuando descubrió de ti misma, que tu ejército de ilusos superaba los cuatro mil seiscientos hombres, aunque nunca supo que era el 3 en tu lista.  Y además, seamos francos, Lisure, mis tontos, aburridos y etéreos sueños de amor, son un fracaso, nacieron muertos, simplemente, no te importan y para ti, nunca llegarán a ser canción.



6 de abril
Esperé que el reloj marcara las 12 de la noche para escribirte el mensaje de cumpleaños a tu celular, para poder enviártelo y ser el primero, por lo menos esa vez, de los cuatro mil seiscientos ilusos en saludarte en tu onomástico treinta. Estaba ansioso, había planeado ese momento una semana antes y ya tenía impreso y anillado tu poemario Azul Lisure, después de estar escribiendo para ti por más de un año. Preparé todo en plena semana santa, y hasta le pedí a Dios, con quien andaba distanciado y al universo, que todo fluyera y conspirara para llevarte sin contratiempos, mi presente, a tu trabajo en la tarde. Había comprado una caja de chocolates para ti, aunque ignoraba que detestabas el dulce. Quien te hubiera conocido en esa edad, pensaría que tendrías menos años. Aparentabas siempre los mismos 25, Lisure, como si el tiempo en ti se hubiera detenido, justo en tu mejor época, diría con razón tu fan número 176. Coincido con él, te veías muy joven, irradiabas lozanía, belleza y debo admitir que a tu ejército de ilusos y a mí, nos hubiera gustado ver las fotografías de las féminas de tu familia, para determinar en cuál generación habrá nacido la estirpe Lisure en tu árbol genealógico plantado por una Eva sin espejo en el pasado, ¿Tatarabuela, bisabuela, abuela, madre? ¿Alguna juguetona Diosa irreverente incluyó un matiz de deidad en la fecundación en el vientre de tu madre? ¿Cuál pintor se aventurará a retratarte? ¿Cuál lienzo inmortalizará tu belleza? ¿Cuál escultor sacrificará la piedra o fundirá en estaño y bronce tu figura magnética? Ya tienes canción de salsa, rock, balada, poemas, esquelas y cartas. Esta no será tu novela, pero se acercará al relato más fiel que aproxime un fragmento de tu vida y tu historia que contará que en la primera hora de tu cumpleaños 30, en una sala de urgencias a la media noche, recibiste un mensaje de texto de tu fan 999, en el que te deseaba el mejor de los cumpleaños posibles en compañía de los seres que más amas, tú lo resumirías diciendo, en compañía sólo de mi hija. Y al escuchar un audio con tu voz triste, a las doce y dos minutos de la madrugada del lluvioso viernes 6 de abril, en el que decías que estabas esperando una radiografía y que el médico sonámbulo te atendiera, porque estabas sola, ya uno de tus fans recién reclutado a tu ejército, se había desertado, estabas sola otra vez mientras llovía, pensabas intrigada y extrañada, quién le habrá dado mi número nuevo a un fan antiguo. Sola estabas abrazada por la noche fría cuando me viste llegar y alcanzaste a esbozar una sonrisa aclaratoria, disculpa esta facha y esta cara de calambre, pero estabas hermosa, niña linda, hasta la radiografía quedó bonita con tu tibia y tu peroné sonrientes, sentada en una silla de ruedas que no te lucía, porque tú estás enseñada a estar en mitad de la pista de baile y ser el centro de atención,  cada vez que apareces, desafiando e intimidando a todos, guerrera del ritmo, hada madrina de la salsa, enseñándole al mundo lo que es bailar salsa al ritmo Lisure en Cali, con la sensualidad, majestuosidad y la seguridad de las mujeres ganadoras que saben que algún día serán invencibles, recordadas e infinitas en noches de insomnio, cuando el amor se haya trasteado a otra parte, cuando los años que no admiten engaños, nos dejen sin piel. Y aunque eres una mujer maravillosa, inteligente, talentosa, sensible y linda, y a la vez una mujer malvada, en esencia tierna y una excelente lectora, no me dejaré herir más de ti. Lisure, mi adorado tormento, no me dejaré lastimar ni torturar más de ti, ni de ninguna otra mujer como tú. Me niego a jugar, renuncio a tu juego, me desertaré para siempre de tu ejército, te dejo todas las fichas, todas las cartas, todos los números de tus ilusos de tu ejército y me retiro resignado, derrotado, con el corazón en cuarentena, en proceso de sanación o en congelación definitiva con nitrógeno líquido. Me voy de este juego porque tú me lo dijiste, ninguna mujer es tuya y si se cansan, te abandonan, si se trastean de tu casa un viernes de febrero sin avisarte y sólo te dejan los fantasmas, una habitación como una tumba, la mascota negra desorientada, una cama prestada, un dolor para todos los días y la lavadora para que laves cada semana tus penas, ninguna mujer merece tus lágrimas y ni siquiera un día de dolor. Búscate a otra que quizás sí te ame por algún tiempo, porque te volverán a dejar y nunca ruegues por amor, jamás sufras por amor, aunque termines solo y con esa cara. El poeta amigo Diego Echeverry, diría, porque el amor, el verdadero amor está buscándote. Sí, no vale la pena llorar y sufrir por alguien que se lleva su corazón intacto. Lo sabes Lisure, nadie nos pertenece, en eso consiste el juego cíclico del amor en nuestro efímero paso por la tierra, aunque me contradiga cuando te expreso que te amaré para siempre, pero como lo canta en Consolación, Piro Mantilla de la orquesta de  Roena, no quiero que goces con mi dolor. Tú que tienes el poder de ahuyentar la soledad, tú que puedes matar de desamor a cualquier iluso de tu ejército, tú que podrías hacer desistir a un suicida con sólo mirarlo a los ojos, debes aceptar que aquellos que se alejaron, se alejan y se alejarán de ti, como yo, sin ni siquiera besarte, no son cobardes, pueriles, mitómanos, injustos o malos soldados. Lisure, simplemente, prefirieron entregar sus armas y evadirte para no sufrir. Alejarse como los perros viejos,  para morir en la sombra de la soledad y la humedad del árbol centenario. ¿Para qué enamorarse de ti, Lisure, si otros ya lo han hecho, y has convertido ese amor en cómicas tragedias? ¿Para qué entregarte el corazón, si lo sabes, nadie será correspondido? ¿Para qué invitar a tu casa al amor si lo dejarás morir de inanición? Ser tu amigo es el peor de los castigos. Sé que a ti también te despreciaron algún día y también te dieron por respuesta el poderoso No. Tu historia dirá que lloraste, no tanto por la cicatriz o la llaga de un amor que ardía, sino por tu orgullo y tu vanidad femenina lastimada, mi padre diría: No hay nada más peligroso que una mujer herida. Lisure, saber que tienes el poder de escoger al pretendiente e iluso que quieras, aunque tu ejército de ingenuos y yo, sabemos que no escogerás a ninguno, al mismo tiempo que tu soledad se alegra porque sabe que vivirá en tu casa y dormirá por mucho tiempo en el congelador de tu nevera. Por eso a veces sos tan fría, Lisure, antes de sonreír, idiotizar, enamorar, ilusionar, desahuciar, aniquilar y pulverizar a tus víctimas. Conservaré para mí el tierno recuerdo de haberte podido acompañar esa madrugada fría, no en una pista de baile, como tal vez hubieses querido, sino en una clínica fantasmagórica de la ciudad, en la que te inmovilizaron por una semana tu pie salsero, que por casi tres días tuve el privilegio de acariciar con el pretexto de ayudarte a sanar, a desinflamar tus ligamentos recogidos y tu tobillo. Por lo menos tenerte cerca cuatro veces en tu casa y luego, revivir la imagen que más durará en mi mente y en mi corazón, hasta cuando sea viejo, llevarte a tu casa y cargarte Lisure, bajo una lluvia necia que te hizo por un momento eterno guarecerte en mis brazos. Hoy lo admito y te lo confieso: en ese instante fui feliz. Mujer de mi desastre, que no estabas escrita en la palma de mi mano, ni en el asiento de mi café, mujer que te maquillas a diario con los colores de tus emociones, no te gastes mi aire de respirar, mi sueño de dormir, alacrán de mis noches. Gabo tampoco te miraría a los ojos, lo enloquecerías. Lisure, no te peines en la noche que se retrasan los navegantes. Ver como el recuerdo cicatriza, pero no la herida que es usted. ¡Ay, Borges, te entiendo! A mí también me duele una mujer en todo el cuerpo. A José Feliciano, a García Márquez, a Tony Pabón, a Bobby Valentín, a Roberto Roena, a Raphy Leavitt, a Jairo Varela, a Alex de Castro, al maestro Rubén Blades, a todos aquellos compositores, poetas y músicos que te cantaron sin conocerte y sin saber que existirías y bailarías sus letras. A todos ellos infinitas gracias, por dejar sus versos, sus voces, sus notas, sus melodías,  sus acordes, sus himnos, sus ritmos y todo aquel maravilloso legado musical para ti y para las próximas Lisures que habiten la tierra, que servirán también como una manera eficaz de controlar el crecimiento de la población masculina, que de hecho ya está menguada por el fútbol, las motocicletas, la violencia y la guerra. Algún día se extinguirá tu ejército y de los pocos hombres que queden en pie y que hayan sobrevivido al devastador huracán de tu amor y a ti, habrá uno capaz de terminar tu historia para que las generaciones venideras te conozcan cuando tu belleza salvaje y atroz, se haya marchitado. Lisure, Lisure, no importa que nunca jamás te pueda ver. Siempre te amaré, aunque mi amor te estorbe, para mí siempre serás un poco más, un ideal, mi niña linda, un sueño azul y triste que se escapa en el horizonte, te amaré por siempre con todo el corazón, en silencio sabio, distante, aunque no creas, aunque no te importe y aunque no quieras.
Cali, mayo de 2018.


domingo, 8 de abril de 2018

ANTÍDOTO

ANTÍDOTO
Este azul celeste que irradia desde el cielo,
está más cerca de la luz que calma
y muestra el nuevo camino agreste y lleno de flores.

Este azul celeste contagia y sirve
De antídoto perfecto contra el dolor que enquista,
que angustia
que mata…

Antídoto Contra el sufrimiento terco,
que llega de visita
y aunque no lo queremos,
se sienta junto a nosotros y  nos  acompaña…

Contra todo esto,
como antídoto infalible brilla el azul.
El azul celeste que llega en este día,
en este mes, en este año
para esperanzar la vida…

Para aniquilar el dolor,
para amar sin miedo,
porque el Amor es más poderoso que el dolor,

más eterno que el miedo y más útil que la muerte. 

sábado, 7 de abril de 2018



LO INEXPLICABLE


Empieza una clase con su lógica y sus teorías,
mi teoría es pensar en ti.
Amarte no tiene lógica
tus lágrimas me duelen
Insisto.
 Quisiera tener la varita mágica para solucionar todos tus problemas.
Pero, niña linda,
El amor duele…

Tomando decisiones nos  equivocamos a diario
y sufrir en soledad es el precio del aprendizaje.

Quizás algún día seamos mejores.
Quizás, algún día aprendamos a amar.
Algunos fantasmas que te invaden los conozco,
También me visitaron alguna vez
Dejaron cicatrices y constantes recaídas en el tiempo…

Los ogros de tu infancia siguen rastreándote,
te alcanzan
Siguen tus pasos y te arrastran  a la casa abandonada en mitad del bosque
donde ríe a carcajadas la bruja.

Buscando la felicidad huimos de lo que amamos,
cuando lo perdemos lo extrañamos,
nos volvemos extraños para quien nos amaba,
nos enamoramos de imposibles,
buscamos sufrir,
Quedan las  heridas abiertas que se infectarán de nostalgia y melancolía
así de absurdos somos los humanos.

Pase lo que pase estaré para ti,
Porque estoy condenado a lo inexplicable,
a amarte aunque por ti muera.

viernes, 6 de abril de 2018

TUS MÁSCARAS

Tus máscaras
Son rostros hermosos que antepones
a la mujer valiente, la soñadora y tierna…
A la niña sensible que guarda la muñeca
con el vestido azul y las trenzas riñón,
pulmón, vesícula...

Tus máscaras diversas,
Están marcadas ante cada emoción que florece,
 erupciona
Que te transforma en la Mujer fatal,
la doblemente quinceañera,
La sutil e ingenua
que ante un verso se conmueve,

la que es capaz de mostrarse fuerte, inmutable,
absoluta y
 luego se derrumba en la penumbra…

La Mujer que amó, que ama,
Y que es amada, 
pero que no promete nada
porque también el amor te ha enseñado
Sus máscaras de hierro y hiel,
su juego, sus dramas,
Sus mentiras dolorosas
 y sus malas pasadas.



jueves, 29 de marzo de 2018


PREMEDITADO

¡Espera, suicida!
 ¿Crees que vas a desaparecer tu dolor?
No, lo herederá alguien y sufrirá igual
se atormentará con tu muerte
 e igual te vamos a olvidar.

¿La muerte te seduce?
No puedes negarlo,
 en tu rostro se nota la alegría.

Cuando vayas a saltar, por favor,
no pienses en ella,
no sea que te arrepientas
y nos dejes con todo lo del funeral preparado.

Debo admitir que fue cruel escoger para morir la fecha de su cumpleaños.
¿Habías pensado que tu lápida tendrá las dos fechas?
Sí, tienes razón.
 Unidos para siempre, hasta que tu salto los separe.

DEBO DECIR


DEBO DECIR
Debo decir:

"Que estoy bien, que sigo en pie,
que te olvidaré,
que nada o poco duele,
que no he pensado en hacerlo,
que no me voy a ir,
que la vida me seduce todavía.
Que el amor que agonizaba ha muerto,
que la soledad es inofensiva,
que me acostumbraré,
que todavía no me he lastimado,
que ya comí,
que las muchas horas que duermo
No pienso en ti,
que ha servido como antídoto,
 el silencio y la distancia
para el veneno de tu amor"…

Esas son las mentiras que debo decir.

martes, 27 de marzo de 2018


ADN

La puerta del cuarto está cerrada.
Tu perfume se ha evaporado poco a poco,
de la  habitación que fue nuestra
y  que se ha convertido en una tumba  de cortinas caídas,
entre vacío tibio,
llena de abandono e inundada de recuerdos absorbidos por la pared blanca.
Hace días quité los corazones de hule,
que fijaste para decorar la pared  cuando sentías que me amabas,
cerca de la marca roja de los dos últimos zancudos que mataste
 o que quizás maté yo, porque lo pedías…
Los únicos corazones que quedaron
 son los  que le cocino a la triste mascota en las mañanas
 que después del quinto ladrido, también te extraña.
Cuando abro la puerta
atacan violentamente todos los fantasmas del amor
y se escapan por todas partes
e  invaden por sorpresa
 todos los rincones y se adueñan de todos los ruidos,
encuentran un hilo de tu voz y dos de tus cabellos,
prueba de ADN,
 todo este amor herido,
 muriendo en humedad, debajo del lavadero.
Fuiste valiente,
Fuiste bonita,
Fuiste Mujer,
Fuiste capaz de irte y abandonarme
a la orilla del abismo
sabiendo que te amaba y te quería.
Dejaste olvidada junto a mí 
en la casa, la soledad
 que es lo más parecido a la Muerte.




domingo, 18 de marzo de 2018



DOMINGO TRISTE

Domingo triste
Soleado abandono…
de nuevo la cálida soledad me abraza,
La ropa gira en la lavadora en su rutina de secado,
También se lavan las máscaras
Ya no quedan más sonrisas en el espejo,
No hay nevera, no hay mesa, no hay amor,
Ya no hay nada…

Ya caminé con la mascota negra,
comió, corrió, sospecha:
Hasta ella sabe que no me amabas.
Doble esguince de tobillos,
No hay dolor, nada importa,
El orgullo de saber que no hay mañana.

Mucha sed en el
espacio vacío,
 ya el dolor es ameno,
leal compañero,
el silencio buen pasajero…

el cielo sigue siendo azul 
y a la mierda los proyectos,
la vida misma nunca tuvo sentido
esta  paz es absurda y los sueños
son la Muerte atenta que siempre
estuvo conmigo.



sábado, 17 de marzo de 2018

Bella apéttit

Acompañarte mientras almuerzas y
 reflexionas sobre tu vida

entre mi ayuno tímido  y tus razones del mediodía,
vivo un instante anhelado,

que anticipa mi muerte,
desde tu voz de mujer segura,

hablas y ocultas tu mundo…
Vives tu vida con la añorada libertad solitaria,

cuentas en un momento lo que
más amas y al brillarte tus ojos
renaces, rejuveneces,

 embelleces como siempre en mí
con las sutiles máscaras atroces de tus sonrisas,
 así se acerque tu 6 de abril …

Así estés lejos de mí,

y así no creas haces parte de una rota coincidencia,
que yace  roída entre promesas y flores ,
siempre estarás en mi vida, 
incubada en mí ,
 aunque no quieras.