Migraña
Como
es tan poco usual verte dormir en la misma cama, mirarte mientras estás cerca
de mí, me hace figurar e imaginar varias cosas:
Dormida,
cuando te vence la migraña, pareces muerta y respiras bocanadas lentas para
sumergirte en el más profundo sueño en el que buceas entre peces grandes y
monstruosos y algunas estrellas de mar que resultaron siendo tus primas.
Boca
arriba respiras mejor y aunque me provoca besarte veo la cara de tu abuela que
espanta las gallinas en una tarde de sol. Teníamos una sola mascota y ahora en
la sala como tú, duermen dos, ambos son negros, uno de ellos quiere pasear y
otro arisco, quisiera escaparse para quizás correr en libertad pero tendrá collar,
así no quiera.
Hace
tiempo no contemplaba tus piernas bonitas, te ves muy linda, pero duermes y no
puedes escuchar mis pensamientos porque roncas un poco con un hálito de
Cenicienta o Bella durmiente y me siento un lobo ermitaño y un príncipe sádico y
feo que te merodea y vigila el sueño mientras duermes para aliviarte de tus
noches en vela, ilusionada con los millones prometidos desde la sugestión y recitados
en los inútiles rituales de prosperidad en la mañana.
¿Qué
si aún te amo? Hoy no voy a contestarte, creo que ni siquiera lo preguntarás
porque descubriste hace algún tiempo lo que intuías y sospechabas, lo que
aprendiste en tus trasteos intempestivos, nadie se muere de amor ni de desempleo.
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